A diferencia del muy difundido y equívoco concepto desarrollista del progreso, uno de los sectores donde indudablemente se ha progresado cultural y moralmente en nuestra sociedad en las últimas décadas es en el respeto a los animales. Hemos pasado en poco tiempo de considerarlos desde un enfoque esencialmente utilitarista, como materia prima de nuestro alimento y nuestra industria, o para divertirnos con su muerte, a comenzar a considerarlos como sujetos dignos de ser respetados. Esta reflexión viene a cuento por dos sucesos cercanos en el tiempo: uno positivo -la inauguración de la exposición Valencia Capital Animal en el Centro del Carmen, y otro negativo, el reciente fallecimiento de Jesús Mosterín, uno de los más destacados filósofos que se han ocupado de la teoría animalista en nuestro país.

Empezaremos por lo positivo, la magnífica exposición que conjuga la estética con el activismo, y que ha conseguido reunir más de 800 obras de 148 artistas -eso sí, no todos animalistas. Lo más interesante de la exposición, además de su carácter ajerárquico en lo que respecta a los artistas -que no se priorizan por su fama- y al espacio, pues se ocupan muchas paredes casi hasta el techo, es que que no prima especialmente el dolor infligido a los animales, sino que sobre todo resalta su belleza, su cercanía y su diversidad: encontramos obras que representan ratones, caracoles, galgos, cerdos, pájaros, ciervos, peces€ Un verdadero canto a la biodiversidad sintiente y sufriente del mundo animal al que, por cierto, pertenecemos los humanos.

Y cerramos la columna con el recuerdo y una cita de Jesús Mosterín, que con libros como ´El triunfo de la compasión´, ´El reino de los animales´ o ´Animales y ciudadanos´ con Jorge Riechmann, ha contribuido decisivamente a fundamentar el respeto a los animales desde la ética animalista, una necesaria ampliación de la ética humanista al conjunto de la biosfera, la casa común que a todo lo vivo nos vincula y nos hermana:

«No convirtamos en un infierno la vida de los animales bajo nuestra custodia. No masacremos a los animales salvajes. Fomentemos el conocimiento, la sensibilidad y la compasión. Compadezcámonos de todos los que sufren, sin prejuicios, grupismos ni fronteras. Trabajemos por el triunfo de la compasión». (El triunfo de la compasión)

Que así sea, que triunfe la compasión en el reino de lo vivo sufriente. Pero recordemos que el gesto más significativo para evitar el sufrimiento animal es convertirnos en veganos, no contribuyendo en la cotidianidad alimentaria al consumo de animales y sus derivados; una decisión importante que rompe con nuestras tradiciones culinarias, pero sin embargo cada vez más extendida. Nadie dijo que la ética y la compasión no supusieran algún esfuerzo€