La amplitud térmica es la diferencia entre las temperaturas máxima y mínima. Dos variables determinan esa amplitud: de un lado, la cercanía al mar, que influye en la humedad. El contenido atmosférico de vapor de agua suaviza las temperaturas. Sin embargo, un mar congelado o uno muy cálido limitan ese efecto de termostato. De otro, la latitud en cuanto que determina la variación en la duración del día a lo largo del año. Nunca el total anual de horas diurnas que son iguales en cualquier punto del planeta, en concreto, aproximadamente la mitad. Así, las zonas con menor amplitud térmica se localizan en la línea del Ecuador, donde todos los días del año tienen 12 horas diurnas y los rayos siempre rondan la vertical. En Centroamérica las amplitudes inferiores a 7'5ºC llegan hasta los 20ºN, reflejando el influjo de la menor continentalidad. Casi toda Sudamérica queda por debajo de los 15ºC, al igual que África austral. Su estrechez contrasta con la isla-continente de Australia, con amplios territorios entre los 15 y los 25ºC. En el hemisferio norte, más continental, solo algunos sectores costeros en fachadas occidentales se quedan por debajo de los 15ºC, al quedar al amparo de corrientes marinas cálidas. En las fachadas contrarias, las corrientes frías desploman el mercurio en los inviernos. El relieve y, por tanto, el distinto alcance del influjo marino, se deja ver en las tierras boreales. Mientras en Norteamérica, atravesada por la barrera de las Rocosas, se alcanzan hasta 50ºC de amplitud térmica en un breve viaje, en Europa, hemos de llegar hasta las riberas del Caspio para llegar hasta esas cifras. La suma de la continentalidad, la latitud y un mar helado determina la localización de los valores más elevados (hasta los 62ºC) en la Siberia oriental.