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Ellas saben que 'Basta con vivir'

"Soy una desgraciada". Pepa tiene una coraza que la protege en apariencia. Engaña. Pepa es arisca, Pepa nunca llora, Pepa parece invulnerable. Mentira. Su interior es un cuenco lleno de cenizas. Resiste por inercia. No pelea, sobrevive. Trabaja en una residencia de ancianos, así que conoce de primera mano los estragos del tiempo. Y eso incluye a su madre.

"A mí nadie me ha querido nunca". Pepa ve en el espejo a una mujer que ya no espera nada de la vida. La felicidad siempre la ha esquivado y su vida es un completo desperdicio. Pero no se culpa de nada, Buena es ella. ¿Buscamos responsables? Empecemos por su padre. Cometió el imperdonable error de morirse demasiado pronto. Dejó una viuda muy joven a la que el mundo le cayó encima.

"Mi familia me utiliza como una sirvienta". Sigamos: sus hermanos. Egoístas al máximo, la obligaron a dejar su trabajo para cuidar de su madre en las simas de la depresión.

"Todo me ha salido mal siempre". ¿Y su novio? La abandonó. Se fue a por otras pieles. Su amigas tuvieron la mala idea de casarse y quedar embarazadas. Algo que ella nunca podrá vivir porque un cáncer de útero le arrancó esa posibilidad. Bueno, no todos la decepcionan: su perro siempre está ahí. Qué curioso: se llama igual que su novio. "Una vez roto, el corazón ya nunca acaba de quedar bien. Quedan huellas, cicatrices, y le duelen como duelen las fracturas de los huesos cuando va a cambiar el tiempo, antes de que cambie el tiempo".

"Mis amigas me dejaron de lado para tener hijos cuando yo no podía tener los míos". Ironías del desatino, la madre de Pepa sale de su pozo negro y siente algo parecido al amor. Demasiado para su hija. Que se va, que lo deja todo, que busca aire limpio en su vida.

"Mis padres no fueron cariñosos conmigo". Pero no estamos ante una típica historia de mujer madura en crisis que necesita romper sus espejos y sus corazas. No. Carmen Amoraga parte de ese paisaje íntimo desolado y en ruinas en Basta con vivir para tender un puente inesperado y valiente a la esperanza. A la reconstrucción. Al valor que nace de la comprensión y la afinidad con otros seres que sí tienen derecho a reclamar daños y perjuicios por su destino. Pepa conoce a Crina, una muchacha rumana embarazada que vino a España engañada por su novio y terminó en las garras de una red de trata de mujeres. Convertida en prostituta, amenazada y desamparada, Crina simboliza a la perfección a esas miles de víctimas que ven a diario la cara del horror. Su contrapunto es Pepa, esa mujer quebrada que descubre que la mejor forma de ayudarse a uno mismo es, en realidad, ayudar a los demás.

Hay en esta novela de plena madurez de Amoraga (finalista del Nadal con Algo tan parecido al amor y del Planeta con El tiempo mientras tanto) un empeño indesmayable por dibujar personajes femeninos que sean personas y no estereotipos. Su habilidad para construir tramas sólidas con ritmo preciso e inteligente dosificación de las emociones, unida a su talento para que los diálogos suenen auténticos y elocuentes, hace de Basta con vivir una novela llena de coraje y sensibilidad. Llena de vida.

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