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Javier Cuervo

Revolver el cacao

En 1946 salió Cola-Cao, el cacao soluble que aprendimos a mezclar con leche y paciencia para evitar los grumos. Oír el nombre de ese cacao en polvo o la canción de su publicidad revuelve la memoria sentimental de generaciones porque Cola-Cao aportó un sabor al gusto de los niños a unas infancias alimentadas con lentejas (comida de viejas), sin espagueti (con macarrones) y que debían esperar al domingo y la fiesta de guardar para comer pasteles. En sus 70 años la empresa ha luchado contra su competencia internacional, mejorando el producto (por delante) y usando la nostalgia (por detrás) mejor que ninguna otra marca española.

El cacao de Cola-Cao no venía del África tropical sino del África ecuatorial, de la Guinea española, y fue el emblema de la relación comercial con aquellas colonias del siglo XVIII que a partir de 1959 fueron provincia española. Los del bachiller antiguo las estudiamos como Río Muni y Fernando Poo pero un día desaparecieron del libro.

Los que vivíamos más atentos al "Capitán Trueno" que al No-Do no nos enteramos de que el 12 de octubre de 1968 -Día de la Hispanidad- Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, en representación del Jefe del Estado Francisco Franco, firmó la independencia con Francisco Macías, presidente de la República de Guinea Ecuatorial.

Casi 50 años después los herederos del Cola-Cao se enfrentan a la segunda independencia de un lugar íntimamente relacionado con la marca. Esta vez es Cataluña, como antes fue Guinea. Si hay independencia, se irán.

Esta noche tomaré la taza de los recuerdos y beberé un Cola-Cao para olvidar las muchas vueltas que aún quedan hasta que se deshagan los grumos de este cacao.

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