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Generosidad para el tahúr

Visto el ritual de jugador de póquer que escenificó Puigdemont para algo que nadie sabe bien qué es, sólo queda vociferar que Rajoy actúa con generosidad palmaria con unos independentistas que quieren dar a entender que han reducido los nudos de su Titanic cuando, en realidad, han echado más carbón. Así y todo, son receptores de una segunda oportunidad que, en forma de requerimiento al president, establece en el 155 un mecanismo anticipador que, por cierto, introdujeron los nacionalistas catalanes en el debate constitucional. El mayor abracadabra que se ha cosido con hilo burdo en todo este ritual ha sido, sin lugar a dudas, el proferido por el tahúr de Llobregat -con permiso de Mas-que desde la tribuna declaró una ambigüedad, escenificó una parada de máquinas como señal de diálogo y luego bajó de piso y firmó con toda la tropa a favor de la independencia un documento que contradecía la invitación lanzada. Esto no es ya un comportamiento desleal, sino sibilino, que coloca al sujeto Puigdemont como inclasificable, de personaje de tebeo que se cree poseído de unas facultades inconmensurables, entre ellas doblegar al Estado. Lo único que podemos agradecerle es que gracias a su proceso de declaración/suspensión hemos conocido lo mal que le va con la CUP: todos están desenfrenados, pero siempre queda alguno con un grado rastrero de cordura para hacer recuento de la artillería para una tregua, que no fue tal. Con estos mimbres más finos que los tallarines y más arteros que la flecha de un apache, imposible llegar a un dialogo: en cualquier instante te mandan al barbero. Más interesante que esta algarada es la promesa de Rajoy al PSOE de una reforma constitucional. Ya hay una vía abierta más allá de la calle, la mentira y el simulacro.

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