No voy a ponerme en el lado técnico de lo que supone como hito la instalación de la nueva estación meteorológica de Columbretes por parte de Avamet, (Asociación Valenciana de Meteorología). Será interesante comprobar lo que nos dé en su comparación con las estaciones continentales y con la otra insular, la de Tabarca.

Me voy a referir aquí a lo que supuso personalmente visitar un territorio tan recóndito de la geografía valenciana y española. Un viaje de cinco horas en barco y cuatro horas en coche, contando idas y vueltas, valió la pena, aunque sólo pisáramos la tierra de la Illa Gran durante una hora y estuviéramos fondeados en sus aguas unas cuatro. Si no supiera lo controlado que está el acceso a este paraíso me cuidaría mucho de dar publicidad a esta visita.

La existencia de unas islas volcánicas tan cerca de la península, donde tan bien se pueden percibir los restos de las antiguas calderas y los materiales volcánicos, ya son atractivo suficiente, tan diferente a todo lo que conocemos en el entorno más próximo. Si a ello sumamos los azares históricos y naturales, más recientes que ese pasado geológico, el interés aún crece más.

Antes de ser el santuario natural que ahora son, han sido refugio de piratas, vivienda de fareros y, desgraciadamente, campo de tiro para el ejército español y estadounidense. Llenas de culebras, y por eso Columbretes, en épocas antiguas, vaciadas de ellas por expeditivos incendios y por cerdos, que fueron traídos para acabar con las que quedaran. Repoblada con vegetación de las islas más pequeñas la quemada Isla Grande, con una riqueza de avifauna, representada por águilas y halcones Leonor y, sobre todo, con la extraordinaria biodiversidad de sus fondos marinos, sorprende que sólo haga 40 años que haya conseguido el carácter de santuario que ahora tiene. Un gran día, donde los socios de Avamet, muchos acompañados de nuestras familias, pasamos un día inolvidable.