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Crónicas precarias

Safari nazi

Después de ver a la ultraderecha apoderándose de las calles valencianas durante la celebración del 9 d´Octubre, es posible que te estés preguntando de dónde han salido tantos nazis

Después de ver a la ultraderecha apoderándose de las calles valencianas durante la celebración del 9 d´Octubre, es posible que te estés preguntando de dónde han salido tantos nazis. ¿Se reproducen por esporas como los helechos y están empezando a controlar su sistema psicomotriz? ¿Pertenecen a un planeta lejano y acaban de aterrizar en la Tierra dispuestos a reventar cráneos? ¿Un mago les dio vida hace poco en su castillo a partir de mondaduras de patatas y zapatos rotos (qué poético: la basura naciendo de la basura)? ¿O tal vez ya llevaban décadas entre nosotros, creciendo al calor de la permisividad de sus conciudadanos y la vista gorda de las autoridades?

Bueno, llamarles nazis quizás sea demasiado exagerado. A ver, solamente porque compartan ideales, iconografía y modus operandi con los nazis, tampoco podemos lanzarnos a poner etiquetas sin ton ni son. Igual que denominarles fascistas cuando se ponen todos juntitos a cantar el Cara al sol en lugares públicos y levantan el bracito como en una clase de aerobic de 1943. Digamos, pues, grupos de extremistas, antindependentistas, mozalbetes de ideología radical o, mejor aún, patriotas. Así, sí.

En cualquier caso, cuando les das vía libre, estos patriotas nazis hacen sus cosas de patriotas nazis: propinar palizas, reventar manifestaciones legales, insultar y acorralar a sus contrarios, señalar a futuras víctimas, purgar a la sociedad de supuestas impurezas... Vamos, odiar activamente, lo que han hecho los nazis de toda la vida de Dios, si es que no sé de qué nos escandalizamos.

Pero, claro, llevamos décadas fingiendo que la extrema derecha española no existe, que su presencia es algo residual y, por tanto, no tiene sentido perseguir sus actuaciones ni controlarles demasiado. Total, por cuatro obcecados repartiendo puñetazos... Qué graciosos, con sus amenazas de muerte y su exaltación del odio hacia las minorías. Seguro que van al gimnasio semanalmente y le dan un beso a su madre en cada cumpleaños. De vez en cuando cae un asesinato por aquí o una pelea con arma blanca por allá, cosas de críos. La violencia reducida a anécdota, unos cuantos sucesos intrascendentes. No es cuestión de ponerse histéricos por un puñado de agresiones, que tenemos la piel muy fina y con cualquier cosa ya estamos montando un drama. Lo importante es que sean chicos limpios, ordenados, con aficiones...

Hasta que -¡oh sorpresa!- esos nazis, en lugar de evaporarse de forma espontánea, resulta que se han hecho más fuertes. Y aquí los tenemos: envalentonados, con sed de sangre. Ansiosos por salir de caza y convencidos de que la calle es su safari particular. Rojos de mierda, maricas de mierda, zorras de mierda, catalufos de mierda, negros de mierda, panchitos de mierda (sí, la mierda es el leitmotiv de su película)... todos susceptibles de convertirse en esplendorosos trofeos que colgar en su pared. Se saben impunes, por eso no tienen miedo de agredir a cara descubierta, a plena luz del día y rodeados de policías y fotógrafos. Nuestro silencio les hace sentirse legitimados y poderosos.

Así que nada, otro pasito más que damos en nuestro ilusionante camino hacia el resurgir definitivo del fascismo. A ver si nos ponen unos neones anunciándolo y empezamos por fin a reaccionar.

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