El primer lunes después de la festividad de Teresa de Jesús se celebra el Día de las Escritoras, iniciativa promovida por la Biblioteca Nacional de España, la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias, y la asociación Clásicas y Modernas. Este año, en Valencia, ha tenido lugar en las Cortes Valencianas con el refrendo de las más altas instituciones de nuestra Comunidad, la asistencia del presidente de las Cortes y del presidente de la Generalitat, así como una nutrida representación del mundo cultural y político valenciano, que han rendido homenaje a dos de nuestras autoras: María Cambrils y Carmelina Sánchez-Cutillas. Debemos felicitarnos por esa muestra de sensibilidad y respaldo, que manifiesta un profundo compromiso con la igualdad de género en la cultura.

Pues, seguramente, alguien podría preguntarse ¿por qué celebrar un Día de las Escritoras? Múltiples autoras se anuncian en los anaqueles de las librerías y figuran en las listas de los libros más vendidos, el índice de lectoras es muy elevado, hace más de una centuria que las escritoras dejaron de adoptar psedónimos masculinos para buscar el reconomiento, algunos de los premios más relevantes han sido conquistados por mujeres...

¿Es realmente cierta esta apreciación? Repasemos algunos datos. El Nobel de Literatura, en 108 años, ha sido obtenido sólo por catorce mujeres; el Premio Cervantes, de cuarenta y un autores, lo ostentan únicamente cuatro escritoras; el Nacional de las Letras Españolas de treinta y dos, cuatro; el Nacional de Ensayo, de cuarenta y uno, tres; el Nacional de Literatura Dramática, de veinticinco, tres; el Nacional de Narativa, de treinta y nueve, dos; el Nacional de Poesía, de treinta y nueve, cuatro; el Premi de les Lletres Valencianes, de veinticuatro, dos. En los listados que algunos suplementos o revistas culturales suelen hacer de los mejores libros o autores del año, de la década etc. la proporción de autoras no suele llegar ni a un 25%, y lo mismo ocurre en la mayor parte de antologías que se convierten en canónicas, por no hablar de su escueta presencia en los manuales de literatura que manejan nuestros estudiantes. Dicho lo cual, deberemos concluir que existe una abrumadora diferencia entre el gran numero de escritoras hoy existente, y el de las que obtienen los más altos reconocimientos.

Un Día de las Escritoras resulta, pues, necesario: primero, para ser conscientes de esta desigualdad en el canon; después, para preguntarse por qué ocurre, y, finalmente, para intentar revertir dicha inercia. Existen "colegios invisibles", fratrías y lobbies, que en todos los ámbitos sociales determinan quién es reconocido como igual, quién accede a estatus de poder. El mundo cultural no iba a ser distinto.

La literatura escrita por mujeres no es una literatura para mujeres, ni un reservorio para los estudios de género. E incluso si llegamos a la conclusión de que existen ciertas temáticas o estilos más presentes en las obras de autoras, ello solo indicaría que ciertos modelos literarios hacen pasar por universales perspectivas que excluyen otras que se conceptúan como menores. Toda mirada es un lugar desde el que se mira, una encarnadura que se desvela en el texto.

Celebrar el Día de las Escritoras no solo es, en el presente y en el futuro, una incitación a saldar desequilibrios no fundamentados en la mera calidad objetiva, sino también una llamada para reparar injusticias, para recuperar todos aquellos nombres y obras de mujeres que escribieron, que incluso publicaron y fueron exitosas, pero que el pasado ha sepultado, o aparecen como rostros difusos en las fotografías junto a sus compañeros varones, ellos sí, reconocidos.

Recuperemos, pues, esa memoria negada, valoremos la escritura como ese espacio plural en el que la calidad sea el criterio incontestable. Y sintámonos orgullosos de que las instituciones valencianas, con sus más altos representantes a la cabeza, hayan otorgando la mayor importancia a una celebración, que, en nuestra tierra, reconoce el valor de las escritoras valencianas.