Ayer miércoles 18 de octubre se celebró el Día Europeo Contra la Trata de Seres Humanos que fue instaurado por la Unión Europea en el año dos mil siete, aunque en España la trata no se convirtió en delito hasta el año dos mil diez. La trata en nuestro país es tan invisible como la prostitución, y este día nos ayuda a tomar consciencia, a pararnos a mirar a nuestro alrededor y preguntarnos de qué forma podemos ayudar a las mujeres que son víctimas de trata o de prostitución. Porque estamos muy equivocados, esas mujeres que vemos en algunas de las calles de nuestra ciudad, siempre guapas, siempre sonrientes, siempre ahí, no ejercen la prostitución porque quieren, como tristemente he escuchado alguna vez. Esas mujeres de mirada disfrazada de alegría, embutidas en un corsé de supervivencia y con los sueños desgastados bajo los tacones, no se prostituyen porque así lo hayan elegido.

Sí, hablo de mafias, de chulos o proxenetas, como prefieras denominarlos, pero hablo de una pérdida de derechos sobre su cuerpo, su vida y sus ilusiones. Hemos normalizado la situación, llevan toda la vida en nuestras calles, algunas ya no están y son sustituidas por otras que han corrido con la misma mala suerte. Una suerte impuesta. Una lotería en la que no pudieron elegir qué números jugar. Putas las llaman, como si debajo del maquillaje o de la piel no hubiese mujeres con anhelos, esperanza y, sobre todo, con derecho a ser libres. A ser dignas y merecedoras de respeto. Trabajan por y para los demás, siempre a demanda, siempre dando lo mejor de sí mismas.

No, ellas no son las malas de la película, ¿hablamos de los clientes? Esos que fomentan que siga existiendo la trata o la prostitución. «¿De alguna forma se tendrán que ganar la vida?», dicen algunos y algunas. Y me pregunto por qué no se ganan la vida ellos así. Ah, claro, porque ellos pueden elegir y no eligen perder su libertad. ¡Cuánta hipocresía! Pero no todo es pesimismo, que cuando entro en barrena no hay quién me saque. Por suerte hay colectivos que trabajan para ayudar a las mujeres víctimas de trata/prostitución, que les sirven de apoyo, las asesoran y las ayudan en todo lo que necesitan. Sí, los colectivos que ayudan a las prostitutas hacen mucho más que repartir condones o píldoras del día después, creencia extendida en la sociedad. Y me encantaría nombrarlos porque su labor es magnífica, un acto de amor incondicional. Un halo de esperanza en el ser humano. Pero por respeto, porque sé que les gusta trabajar en la sombra, haciendo el bien sin necesidad de reconocimiento, guardaré su anonimato. Y les pido, para concluir, que mantengan ese nivel de consciencia todos los días del año. Que ya está bien de hacer invisible lo visible. Que ya está bien de normalizar el sufrimiento ajeno.