Este soleado 35 aniversario de las inundaciones catastróficas de octubre de 1982 rescato el dato superlativo de la lluvia caída en la Casa del Barón, aguas arriba de la presa valenciana de Tous, que no pudo resistir la presión de la avenida y acabó destruida. Más de 1.000 litros por metro cuadrado en menos de 24 horas. Podemos ponerle matices, incluso alguna duda, pero pocas, porque a pesar de que se trata de una estimación y no de un registro concreto, se ha estudiado muy bien por especialistas como el meteorólogo valenciano Rafael Armengot, y concuerda con lo sucedido el 19 y 20 de octubre de aquel año en el río Júcar, cuyos pueblos ribereños (Carcaixent, Alzira, Beneixida, Gavarda, Benimuslem y muchos más) vivieron uno de los peores momentos de su historia. Una de las lecciones de la tragedia fue que la meteorología española tenía pendiente su modernización, y es cierto que aquel episodio, unido al que llegó un par de semanas después con otras inundaciones en Cataluña, Andorra y el norte de Aragón, forzaron un cambio en la predicción y vigilancia atmosférica. España modernizó su ciencia meteorológica con la implantación de nuevos sistemas, entre ellos los primeros radares meteorológicos, esos cuya información hoy tiene todo el mundo en aplicaciones del teléfono móvil para saber dónde llueve. Pero, más que eso, lo importante fue el espectacular salto en los pronósticos, gracias tanto a los nuevos medios predictivos que se introdujeron como a la formación de una nueva generación de meteorólogos mucho más cualificada, que en los años siguientes permitieron conocer con antelación y fiabilidad situaciones de riesgo similares a las del 82.