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Voro Contreras

Música vital

Debe ser uno de los programas de radio menos atractivos del mundo. La sintonía diaria es una vieja composición de Paul Mariat que seguro que ya parecía antigua en su época y que dura más que los títulos de crédito de un capítulo de «The Wire». La diferencia es que, en el caso de la radio, no puedes pulsar el botón de FFW para saltarte los prolegómenos. El locutor es un señor mayor, entrañable pero mayor, que habla lento, que hace un millón de pausas, otro millón de pequeñas onomatopeyas intraducibles, que se equivoca de vez en cuando y al que se le oye manipular el papel en el que supongo que tiene apuntado que 'Soldier boy' de las Shirelles alcanzó el número 1 un 5 de mayo de 1962, dato que no va a cambiar el mundo ni a hacerle a usted más guapo. Y la música que pincha este señor mayor o es muy antigua (ya se encarga él de recordar aquella primera vez que escuchó esa misma 'Soldier boy' siendo un adolescente) o es muy nueva pero se la ha enviado un colega suyo que se encierra en su habitación para componer, interpretar, grabar e incluso ofrecer en directo su pequeña obra maestra. Y después de una hora de música así (que suele ser pop, aunque de vez en cuando se le cuela un Juanito Valderrama o un Benny Moré) el tal locutor se despide siempre diciendo las mismas palabras ("Forza, saluti a tutti, bacioni, auguri, in bocca al lupo, arrivederci e a presto pino!") y siempre sobre el fondo de la misma canción, 'Azzurro' de Adriano Celentano. En fin, dinamismo "cero", que dirían los cursis.

Y, pese a todo eso -o por todo eso-, me atrevería a decir que 'Flor de Pasión', que se emite en RNE3 y que ahora celebra su 30 aniversario, es el mejor programa musical del mundo. Quizá exista algún otro programa musical mejor en la emisora de un condado de Alabama. Pero como en mi transistor no pillo ninguna emisora de Alabama, para mí 'Flor de pasión' es mejor. ¿Por qué? Por eso, por la pasión, porque cuando uno escucha a Juan de Pablos uno escucha a un hombre apasionado por la música, por toda la música, no sólo por la que pincha en su programa. El pop siempre es pop, pero según lo presente el susodicho señor mayor puede ser una celebración o un consuelo. Con sus pausas, con sus onomatopeyas, con su ruido de papeles y sin cambiar una nota, la música se adapta a la existencia del locutor. Pocos en la radio tienen ese superpoder.

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