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Macri contra el peronismo

Con la caída populista se vislumbra una nueva etapa en Argentina

El peronismo o justicialismo ha sido desde Perón una indescifrable caja de truenos. Peronista lo es cualquiera, para serlo no se necesita más que tener una fe ciega en el caudillismo y un afán por pertenecer a la barra brava más poderosa de Argentina: el espectro de esta religión resulta inabarcable, oscila de la extrema derecha a la extrema izquierda. López Rega, el fundador de la Triple A y los montoneros han sido peronistas.

El peronismo, que es un estado dentro del Estado, existe pero carece de definición. Es incapaz de expresarse como algo normal. Los peronistas, decía Borges, no son ni buenos ni malos: son incorregibles. Y, además, eternos. La prueba está en cómo desplegando un manto de disfraces variopintos han sabido perpetuarse en el poder casi siempre esquilmando a la nación. Una de las grandes frases del peronismo es de Luis Barrionuevo, dirigente sindical y político justicialista: "Tenemos que dejar de robar por lo menos dos años".

Barrionuevo se encuentra ahora cercano a las tesis de Mauricio Macri, el hombre que ha aplastado a Cristina Fernández de Kirchner sumiéndola en un desprestigio mayor del que arrastraba. La expresidenta populista sólo cuenta con el aforamiento para eludir las causas pendientes por corrupción que se acumulan en los tribunales.

Macri, a su vez, promete reformas graduales pendiente de un gran acuerdo nacional. De momento ha conjurado el suficiente entusiasmo para propinarle un puntillazo a uno de los grandes fenómenos del populismo de todos los tiempos admirado por los errejones y lamentado por la Historia.

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