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Hablar en público

Como veterano de muchos premios (en los papeles más diversos) puedo decirles que en la ultima entrega de los galardones Valencia y Valencia nova de Alfons el Magnànim se abrió paso una certeza que, hace poco, sólo era una sensación: la gente ha aprendido a hablar en público y los premiados lo hicieron con todos los acentos posibles, meridionales o recios, equinocciales o pirenaicos, de las lenguas de uso en el acto: valenciano y castellano ¿Pero si siempre ha habido piquitos de oro, retóricos y hasta charlistas como García Sanchiz (qué privilegio vivir bien de piar, con lo que a mi me gusta)?, se dirán ustedes.

Eso es porque no han tenido que tratar con celebridades casi autistas, poetas adolescentes agarrotados en público (y, sin embargo, sublimes), con clandestinos, colocados y balbucientes. Eso, se acabó. Todos los premiados ilustraron al publico sobre sus intenciones y biografías con palabras tan oportunas como atinadas. No se excedieron del tiempo asignado ni se entregaron a ningún desparrame sentimental. A lo más, se atrevió alguno a pedir, como premio adicional, que la mamá le preparara un arroz con leche. Entre el público no hubo vítores ni exaltaciones, sino educados y generosos aplausos, que para eso está el público, ¿no? Entre las obras distinguidas me llamo la atención la novela de Álvaro Bermejo Como el bosque en la noche, donde sale Orson Welles, unos cadáveres, El Caso, y dos solteronas de pueblo del norte navarro y euskaldun, una combinación que me atrae.

Hablar en publico no es algo que se improvise y recuerdo muy bien, de las primeras veces que estuve en Estados Unidos, la envidia que me provocaban los quinceañeros que participaban en los infinitos concursos de televisión, capaces de expresarse con tanta soltura como aplomo, incluso con descaro. La franqueza no tiene arreglo, la libertad de palabra (y del examen que le antecede), tampoco. No se puede sujetar con correajes la biología de la continuidad cultural ni poner un alguacil a la puerta de cada academia, que ése fue nuestro primer mal. Nos vamos curando.

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