"No es la espuela aguda la que doma

el caballo desbocado: la dócil mano

del jinete lo templa y acomoda". F. M. de Melo («Guerra de Cataluña', 1645).

Nos la jugamos. En este otoño de corrupción, cinismo e insurgencia, los valencianos deciden convocar una manifestación el 18 de noviembre para exigir la financiación justa que necesita la Comunitat Valenciana. Para equilibrar sus cuentas, atender competencias básicas -sanidad, educación y servicios sociales- que le cedió la Administración central y desarrollar una política autonómica eficaz y de progreso. Son los sindicatos UGT y CCOO, respaldados por los partidos políticos que firmaron el Pacte del Botànic, quienes llaman a la reivindicación sosegada y cívica. En expresión de la voz y la voluntad popular. En los primeros pasos de presentación evidenciaron su ausencia quienes cuestionan la acción de gobierno del Consell, Partido Popular y Ciudadanos. Les acompañan en su incomparecencia las entidades económico-empresariales que optan por el camino de no incordiar al Gobierno de Mariano Rajoy. La unidad, bloqueada para este caso, no justifica la inhibición. ¿Queremos, de verdad, cambiar la financiación y conseguir más inversiones?

Inaplazable

El reto es comprometido. El lance decisivo. Cuando el nacionalismo español está crecido ante el desenlace de la crisis de Estado en Catalunya, los valencianos se embarcan en la reclamación inaplazable para solucionar el deterioro en su calidad de vida. No es el mejor momento. Para que el País Valenciano consiga sus demandas se precisa la participación masiva. Para conseguir suficiente impacto y visibilidad, la manifestación ha de superar en participantes a todas las celebradas en València, cap i casal. Si la Generalitat de Ximo Puig tiene éxito, los españolistas lo achacarán al contagio catalán. Si fracasa, al País Valenciano le esperan años de más recortes como anticipo del vuelco electoral.

Sorprende que la movilización que reivindica derechos económicos y financiación digna esté convocada por los sindicatos. La ausencia inicial de las organizaciones empresariales (CEV anuncia con un tuit que se suma) y de las Cámaras de Comercio contrastan con la afirmación de José Vicente González, presidente de Feria Valencia. González ha afirmado «iré a la manifestación del 18 de noviembre contra la infrafinanciación y me gustaría que el PP también fuera». Se entiende que espera además la compañía de los colegas de AVE, de la CEV, de las Cámaras de Comercio, para defender la financiación que necesita y merece la Generalitat Valenciana.

España (s)

De la convulsión territorial emergen diferentes realidades sociológicas: la España sufrida, la que más duele, es la que padece necesidad y se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. En el País Valenciano tenemos demasiado desamparo sin horizonte. La España perpleja es la que no comprende cómo hemos llegado a estos extremos de animadversión territorial que amenazan la estabilidad de los ciudadanos. La España intolerante ha forjado el sentimiento excluyente que dificulta la convivencia entre agraviados y el resto de españoles, entre izquierda y derecha, entre generaciones que comparten lazos familiares, entre furibundos partidarios y reformistas de la Constitución. La España ofendida- donde se encuentran los valencianos- es la que se siente menospreciada, engañada y maltratada por los poderes fácticos del Estado. Ellos han son responsables de los recortes y del expolio perpetrado por los partidos que han gobernado, sin arbitrar reformas para equiparar las desigualdades entre los territorios hispanos. La España indiferente es la que no ve, ni oye ni siente la fractura social que aqueja al país. La que muestra su torpeza sin vislumbrar que también pagará sus consecuencias.

Unidad y fuerza

No se trata de exigir unidad para preservar la fuerza. La unión según como se consigue desactiva la fuerza. Tampoco hay que confundir unión con uniformidad. Da lecciones de unidad la premier británica, Theresa May, a quien corresponde el perverso papel de apartar a Gran Bretaña del resto de la Unión Europea con el Brexit. La Europa unida, fiel a sus principios, basa su fuerza en el respeto y la defensa de sus Estados miembro. No se ensaña con ellos ni ejerce la fuerza contra sus socios. Forman parte de su sabia y cada uno de ellos engrandece al conjunto. La unidad duradera no se impone por la fuerza, a menudo contraproducente. Los valencianos caminamos hacia el desafío que tendrá lugar el próximo 18 de noviembre. Si no se obtiene el efecto pretendido, habremos fracasado todos. Políticos, empresarios, sindicatos, entidades intermedias y ciudadanos de a pie. Se confirmará la idea de F. M. de Melo, en su Guerra de Cataluña, en 1645, «los valencianos se contentan con sólo el nombre de reino que poseen». Seguiremos sin pintar nada en el mosaico español. Donde se libra la batalla para consolidar la cohesión territorial, sin que se violenten las instituciones ni las elementales normas de convivencia. Take the risk.