Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La fábula del gato

En mi casa tengo un azulejo, traído de Malta por mi ahijada Sabina, que dice, en inglés: «Aquí vive un gato y sus sirvientes». El recordatorio está firmado con varias huellas de minino. No sé como viven los gatos en Malta, sospecho que mejor que los periodistas como Daphne Caruana que fue bombardeada hasta la muerte por explicarnos el modo de empleo de su país como plataforma de evasión fiscal de grandes fortunas italianas hacia paraísos fiscales como Londres, Gibraltar y la propia Malta, lugares que pertenecen al espacio europeo. Daphne era una ninfa de los árboles, que también les gustan a los gatos, aunque aquí nombraba, hace años, una marca de papel higiénico que anunciaron Tip y Coll, con lo cual todo adquiere sentido.

Como ven la memoria predigital también sirve. De hecho es la única que sirve. A mi ya me extrañó que entre todos los proyectos municipales, el más votado fuera un hotel-hospital para gatos. Eso en el país que cuelga a los galgos, desloma a los burros y practica con los toros embolados el sexo gonzo no consentido con gotas de brea ardiente. Me extrañó como a cualquiera. Como al jefe Julio Monreal: «son los imponderables de la democracia participativa digital». Esa democracia siempre existió: es la de las cartas al director y llamadas al teléfono como esfuerzo concertado. La de Gran Hermano y las campañas por esto y aquello, pregunten a Eliseu Climent que sabe un rato del asunto. No es democracia, pero sirve para que minorías y grupos mínimos (no confundir con mininos) hagan músculo y se sientan reina por un día.

Está claro que los gaterosse movilizaron. Pero una democracia es representativa o no es, por muy mala fama que tenga a causa del comportamiento gatuno, o sea, ladrón, en portugués, de algunos electos ¿Se imaginan la tarea de pesadilla de tener que votar más veces que se come y vigilar en el panel, la escalada de necios e insomnes? No, por Dios. Ni la democracia es una ciencia infalible (sólo la posibilidad de corregir), ni puede tener la transparencia del cristal: tendría también su fragilidad. Y esta es la fábula del gato.

Compartir el artículo

stats