Organizado por quienes esto escriben, ha tenido lugar en la UIMP-Santander un seminario en honor al profesor Jean-Paul Abraham bajo el título Reflexiones políticas sobre el futuro de la eurozona. Con él hemos perseguido un objetivo doble. Por una parte, reconocer la tarea fecunda de este gran maestro de la integración monetaria y financiera europea, premiada con la Medalla de Honor de la UIMP; así como su trato siempre afectuoso con financieros y profesores universitarios, su capacidad analítica, y el respeto con el que sus discípulos (entre ellos, dos gobernadores de bancos centrales) siempre han recibido sus opiniones. Por otra parte, hemos querido despejar algunas de las incertidumbres que aún hoy se ciernen sobre la eurozona, y proponer medidas que corrijan sus deficiencias institucionales.

Las investigaciones del profesor Jan Abraham han compaginado la perspectiva académica con la visión práctica del financiero. Es desde esa doble perspectiva desde donde Jan ha abordado, con éxito, los asuntos de la vida económica y financiera europea. Fieles a este espíritu, nuestro seminario ha adoptado un enfoque orientado a problemas económicos concretos y ha reunido a los primeros espadas de la profesión en materia de integración monetaria y financiera europea. Hemos tenido el privilegio de contar, además, con dos pesos pesados de la política institucional de la UE: Herman Van Rompuy, su Presidente Honorario, y Joaquín Almunia, ex Vice-Presidente de la Comisión.

Entre tantas opiniones autorizadas, el Presidente Honorario Van Rompuy señaló que el Brexit, Trump y Putin constituyen amenazas exteriores de hecho, que están dando lugar a una mayor cooperación entre europeos. Van Rompuy reclamó un programa ambicioso a fin de instaurar un equilibrio entre apertura y protección, que permita «mantener nuestras sociedades, democracias y economías abiertas y, a la vez, proteja mejor a la gente de amenazas como el desempleo, los trabajos inseguros, la inmigración ilegal masiva, el cambio climático, el terrorismo, el dumping social, comercial y fiscal, y las desigualdades enormes. Tenemos que proteger mejor a la gente si queremos evitar el proteccionismo. El espacio que hoy disfrutamos para construir el futuro requiere convicciones, liderazgo y apoyo popular. El principio de la realidad se impone y la alternativa supondría la vuelta del populismo y del proteccionismo».

Frank Smets, chief economist del BCE, presentó un modelo económico sobre la evolución de los ciclos europeos comunes que, provocados por shocks de productividad, desembocan en desequilibrios por cuenta corriente y episodios de expansión del crédito y depresión ulterior. Para Smets estos desequilibrios financieros divergentes reflejan asimetrías en la calidad de las instituciones -por ejemplo, en la ejecución de los contratos-, tienen un coste elevado en términos de bienestar y se exacerban cuando los mercados monetarios están integrados. En su opinión, la mejor política es aquella que introduce reformas estructurales que promueven la convergencia de las diferentes instituciones nacionales.

Rafael Doménech, por su parte, sostuvo que la reducción del margen de maniobra de las políticas fiscales, la crisis de deuda, la fragmentación financiera de la eurozona y la doble recesión fue el resultado de la interacción entre la incertidumbre en las políticas nacionales y los desequilibrios macroeconómicos nacionales. La crisis de la deuda soberana se podría haber aliviado mediante políticas nacionales de calidad y con una intervención anticipatoria por parte del BCE, lo que habría reducido la austeridad fiscal y la segmentación posterior. Por otro lado, Alain de Crombrugghe señaló que la experiencia de la eurozona en materia de deuda nos enseña que, tras una perturbación, los tenedores de deuda no pueden recuperar sus activos, lo que aconseja una negociación rápida que permita compartir un margen de maniobra en el interés de ambas partes.

En cuanto al modo de liquidación de algunos bancos italianos y del Banco Popular, Angel Bergés argumentó con gran maestría que ello ha supuesto el fracaso de las reglas comunes de resolución y ha provocado una pérdida de credibilidad en la Unión Bancaria. Por su parte, José Manuel González-Páramo, explicó el papel crucial jugado por el BCE durante la eurocrisis, el cual desplegó una amplia batería de instrumentos y asumió responsabilidades nuevas que resultaron determinantes para la recuperación económica.

Guillermo de la Dehesa comparó el desarrollo histórico de la integración monetaria americana y europea, y desmenuzó cómo Alexander Hamilton nacionalizó las deudas de todos los estados, las colocó en un fondo federal, y creó el primer banco americano. En 2012, un grupo de economistas europeos propuso algo similar: colocar toda la deuda que excediese del 60% en un fondo de redención llamado a emitir euroletras. La propuesta, inicialmente bien recibida incluso por Merkel, quedó sepultada ante la negativa de Schaüble. Una pena porque una hipotética emisión de euroletras solucionaría muchos problemas y podría competir con las letras del tesoro americano. De cara al futuro, Guillermo de la Dehesa se mostró esperanzado en que Macron convenza a Merkel de las ventajas de este sistema capaz de transformar la eurozona y, a largo plazo, ayudar a la emisión de eurobonos.

Todos los intervinientes en el seminario coincidieron en la necesidad de concluir una unión bancaria completa; y, en particular, completar el fondo de garantía de depósitos que, aunque no plantea serios problemas legales, suscita conflictos políticos, sobre todo para Alemania. En los próximos años, Ángel Bergés espera que se produzcan sinergias entre la unión bancaria y la unión del mercado de capitales, pues por un lado, los bancos son agentes muy activos en los mercados de capitales en tanto que inversores, emisores, y oferentes de servicios financieros; e, inversamente, unos mercados de capitales más integrados evitarán que los bancos tengan que desarrollar un conocimiento local de cada mercado de capitales nacional.

También Rafael Doménech espera que sigamos construyendo una UEM genuina donde las políticas monetaria y fiscal no sean mutuamente constringentes y en donde el BCE ejerza como prestamista en última instancia. Asimismo, González-Páramo espera que la política fiscal alivie en el futuro al BCE de algunas de las cargas que ha asumido durante la eurocrisis -como su papel de supervisor en la troika-, y mitigue el apoyo al euro mediante las operaciones OMT.

El ex Vice-Presidente Almunia, subrayó que «el diseño inicial de unión monetaria ha demostrado tener defectos importantes, pero esto no significa que el proyecto haya fracasado. Al contrario, constituye uno de los mayores logros de Europa. Ahora necesitamos completar la arquitectura de la UEM, abrazar la visión de los padres fundadores y reforzar al más alto nivel el sentido político de pertenencia al euro. Queda todavía mucho por hacer: necesitamos un instrumento fiscal común, como se discutió en el Foro del BCE en Sintra; la reestructuración de la deuda pública requiere un marco que haga creíble el principio de no bail-out; debemos arreglar Grecia de una vez por todas; y, ser capaces de conjugar la responsabilidad de los Estados Miembros con la mutualización de riesgos».

Todo lo anterior requiere el establecimiento de un Tesoro Público Europeo, y un Fondo Monetario Europeo. Mientras esto ocurre, el BCE continuará atendiendo sus nuevas responsabilidades en la medida en que se ha convertido en el auténtico soberano del euro. Y, es que, no debemos olvidar que «[l]as grandes potencias con monedas estables lideran o dominan sus áreas monetarias. Las grandes potencias tienen grandes monedas» [Mundell, 1993]. Esta fue siempre la gran visión Jan Abraham, el maestro europeo de la integración monetaria. Sigamos pues trabajando para que su sueño se haga realidad.