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Ui! va dir ella

La saga/fuga de Carles Puigdemont, un proscrito que se deja ver más que Madonna y Lady Gaga juntas, me recuerda que el país lleva más de un año discutiendo quien es más santa si la Virgen de la Paloma o la mureneta de Montserrat. Tal vez se nos ha olvidado, o no hemos llegado a ver que la infanta Cristina, en modo portaaeronaves, aprovechó la exaltación patriótica del 12 de octubre para presentarse en Madrid con unas gafas con los colores de la bandera rojigualda. Y que antes, estuvo en un juzgado y antes y presuntamente, pasando el cazo entre los fieles súbditos de Valencia y Palma. Efectivamente, ni ella ni su marido presentaban riesgo de fuga. En todo caso de retorno.

Si el filósofo Jean Baudrillard viviera todavía se hubiera venido corriendo a Barcelona (o Madrid) para asistir al triunfo planetario del simulacro en una de sus más excelsas manifestaciones. Una República catalana que más que proclamarse, se anuncia. Y sólo la puntita, como juegos florales, como cuando decimos que la fallera mayor es la soberana de València. Entre montones de gramática parda de modo que parezca una cosa y sea otra, y puesto que no hubo sedición, se admita la tentativa y tenga muy buen lavado y planchado. Nosotros también tenemos que volver: a la realidad, de la que nos fugamos gracias a los medios, abonados, con pocas excepciones, a la separación tectónica de Cataluña o al cruce del Ebro, militar, por supuesto, hasta llegar a Portbou.

No será que no nos avisaron. El libro de Guillem Martínez sobre el Procés La gran ilusión (se lo recomiendo sin reservas) es de 2016 y caracteriza lo que ocurrió entre tu padre (Madrid) y mi madre (Cataluña), dentro de la gran tradición teatral catalana, más basada en el gesto que en la palabra, más en la mezcla de géneros que en la depuración de personajes. El día de la proclamación de la DUI, Guillem, se acercó a Sant Jordi y halló la fiesta tan descolorida «que parecía que la República la habían proclamado los mormones de Utah». Luego llamó a Palau y dijo: «Volem parlar amb l´autoritat republicana». «Ui!», dijo ella al otro lado del móvil.

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