Hasta el pasado viernes, las mayores arbitrariedades legales cometidas durante la crisis catalana corrían a cargo del Parlament y la Generalitat. Con el encarcelamiento del Govern catalán en pleno antes incluso de iniciar la investigación judicial, el Gobierno facilita las comparaciones con Turquía, China y demás países que aprovechan cualquier atisbo de levantamiento para asestar un escarmiento ejemplar. La prisión colectiva de un ejecutivo refrendado por millones de votos ha sido acordada por una jueza, pero a instancias del fiscal general reprobado por los españoles. La acción fulminante y sin sosiego contra cargos electos, contrasta con la facundia a la hora de tramitar a personajes corruptos, con Rato y Urdangarín como singulares ejemplos.

La querella del fiscal reprobado, que no pasaría un examen somero del español que defiende con vehemencia, retrata la ferocidad del Estado devorando uno de sus miembros sin darse cuenta de que atenta contra su propia anatomía. La justicia automática, que encarcela en masa sin instrucción previa, no atropella un paisaje neutro. Están a punto de celebrarse las elecciones «libres, limpias y legales» que prometió Rajoy tras liquidar la Generalitat. Por supuesto que no menguará ninguna de estas broncíneas virtudes, salvo la posible adición del adjetivo «presas».

En las predicciones más moderadas, los políticos presos recibirán dos millones de votos el 21 de diciembre. Además, cosecharán estos sufragios gracias a la defensa de los principios que les mantienen en prisión. La operación de limpieza no debe detenerse ante la multiplicación de autores, y aunque será logísticamente arduo detener por rebelión a todos los votantes, siempre se logrará internar a unos cientos de miles. El poder disuasor de la cárcel es significativo, solo se necesita calcular el número de presos que acallarán las pretensiones de esta organización criminal de millones de delincuentes. Una vez encarcelado un bando al completo, tal vez llegue el momento de analizar las responsabilidades del otro bando en el desastre, pero no parece.