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Alfons García03

«País perplex», pero no tanto

Confieso perplejidad. Y confieso que cada vez que el concepto me asalta no puedo evitar pensar en País perplex (una de aquellas ediciones tan modestas de 3i4 que parecían de la clandestinidad). Aquel ensayo, visto desde la ventaja de los 43 años transcurridos desde su primera aparición, representa una biblia del valencianismo poco fusteriano que acabaría aflorando y que hoy, gracias al democrático juego de las alianzas, gobierna.

Confieso perplejidad y me imagino a Josep Vicent Marqués con una media sonrisa, ojos vidriosos y una copa en la mano al contemplar la secuencia tan tragicómicamente española del procés. En menos de una semana, la declaración de independencia se ha desinflado, el president destituido ha abandonado el barco para interpretar el papel de un personaje de Tintín en Bélgica y hasta parecía que habían desaparecido las grandes movilizaciones esteladas. La política ha pasado a mejor vida en cuestión de días y el protagonismo está en otro proceso, el judicial, que no hace falta ser un profeta como el sociólogo Marqués para intuir que, con los encarcelamientos de los protagonistas, va a devolver buena parte del fuelle perdido al independentismo, ahora que empezaba a enredarse en el fango electoral de las inevitables traiciones y divisiones y el PDeCat amagaba con volver al sano (ironía) y leal pujolismo.

Confieso que hablamos de los beneficios electorales para el secesionismo de los encarcelamientos con excesivo impudor. Sería aventurado decir hoy que el proyecto soberanista está más cerca de ser realidad, después de las detenciones, cuando hace dos días todos (o casi) hubiéramos dicho lo contrario. Claro que la decisión de la jueza responde a la aplicación del ordenamiento legal, pero lo trascendental (más que los posibles réditos electorales) es que hay vida más allá de los tribunales. O debería haberla.

La pregunta que a uno le remueve las neuronas es si, en un país occidental, del siglo XXI y donde conviven varias nacionalidades, es aceptable para la convivencia la prisión preventiva sin fianza de los representantes de un territorio por defender una opción política. Cierto que hasta conculcar la ley, pero sin incurrir en violencia. Ni los independentistas ni el sentimiento independentista han desparecido en dos días, de modo que fiar el futuro solo a la justicia y a unas elecciones que no van a alterar gran cosa el panorama, evitando cualquier vía de diálogo y aproximación, solo puede conducir a agravar el conflicto.

Josep Vicent Marqués profetizó sin perplejidad (Rafa Castelló ha escrito sobre ello) que la derecha valenciana «menos histérica» y «burguesa» desacralizaría las cuestiones de lengua y cultura para desactivar aventuras nacionalistas y tiraría por la calle de en medio de un cierto «regionalismo económico».

No han cambiado tanto las cosas 40 años después, se puede pensar, cuando se intenta un gran acto social, de impacto, por un trato financiero e inversor justo para la Comunitat Valenciana y, a pesar de sumar a la patronal (hecho insólito y significativo de que algo ya no es igual que antes), la derecha política (PP y Cs) y las organizaciones cívicas de su entorno se desmarcan. País perplex.

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