El pacto entre el PP, PSOE y Cs para la aplicación del artículo 155 en Cataluña se basa en dos premisas de importantísimo calado para España y los valencianos. Primero, supone la convocatoria de unas elecciones con verdaderas garantías pero que, si nadie lo remedia, tan sólo servirá para cambiar el voto dirimente de la CUP por el de Podem, que cada día mira con mayor simpatía la anulada república catalana. Y en segundo lugar, y este nos coge de lleno, el pacto que supone la reforma de la estructura autonómica del Estado, vigente desde la aprobación de la Constitución del 78, y con él, el cambio del modelo de financiación actual que tanto ha perjudicado a los intereses de la Comunidad Valenciana. Nos jugamos, pues, qué estructura política y financiera tendremos ante una nueva configuración territorial.

El modelo del 78 se diseño tras un pulso con las mal denominadas «comunidades históricas» estableciendo una serie de pactos fiscales basados en una foralidad fiscal injusta. Pagamos justos por pecadores y, casi cuarenta años después, seguimos igual. De lo que se trata ahora es que en ese nuevo pacto y reforma constitucional, a seis meses vista, la Comunidad Valenciana ostente los mismos derechos políticos y fiscales que el resto de comunidades españolas. Creo que es tan justo como sencillo de entender. Porque si lo que se pretende es ahondar en la desigualdad y en el privilegio en beneficio de aquellos que coaccionan y amenazan al Estado, lo único que estaremos es dando por buena la vileza, la deslealtad y la brutalidad política de la que ha hecho gala el nacionalismo catalán.

Los valencianos hoy nos jugamos mucho: Nos jugamos pararle los pies al nacionalismo catalán en Cataluña y al nacionalismo catalanista en la Comunidad Valenciana, así como alejarnos de la mentira política de los países catalanes. Nos jugamos conseguir unas aulas donde no se adoctrine a nuestros hijos. Nos jugamos dejar de ser moneda de cambio para los intereses de Cataluña y conseguir una financiación justa. Nos jugamos el respeto a la libertad de elección en materia educativa y el derecho de los padres a ser los primeros y principales educadores de sus hijos. Nos jugamos la defensa de nuestras tradiciones y fiestas autóctonas, tan atacadas por aquellos que nos gobiernan y no las sienten como propias. En definitiva, nos jugamos detener la progresiva pérdida de nuestra identidad valenciana y española que sienta sus raíces en el cristianianismo, su fe y sus valores, tan cuestionados por los actuales gobernantes.

Nuestra Manifestación del 11 de Noviembre en Valencia es para eso. Para decirles a los políticos, desde la sociedad civil valenciana, que en ese nuevo modelo queremos seguir siendo españoles de primera, que somos y queremos ser valencianos sin ningún tipo de suplantación de nuestra identidad: que nuestra lengua valenciana, junto con la castellana, no puede ser objeto de negociación ni de manipulación, y que nuestra identidad política valenciana está unida por siglos a nuestra forma de ser españoles.

Os invito a todos a ser los protagonistas de una multitudinaria movilización, donde escribiremos juntos una nueva página en la historia de esta tierra.