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Voro Contreras

Adoctrinamiento

Hace unos días una mujer de Málaga le escribió una carta a la dirección del colegio de su hijo porque el centro había montado una excursión a El Corte Inglés con la que la madre no estaba de acuerdo. Se trataba, según aseguraba el centro, de una "actividad formativa" en la que se incluía, además de un "taller de escritura" (¿la carta a los reyes magos, quizá?), una visita a la planta de juguetería. La madre, por su parte, se negó a que su hijo de 6 años participase en la excursión al considerar que, por el contrario, la tal "actividad formativa" era una campaña de "puro consumismo y márketing" con fines navideños. "Mi hijo no es publicidad", cerraba tajante la madre indignada.

Bien por la madre. Supongo que en Málaga, igual que aquí, hay mejores sitios a los que llevar de excursión a un estudiante de Primaria que unos grandes almacenes. Y ánimo también, querida madre indignada, con lo de intentar que su hijo no sea "publicidad". Yo, por circunstancias que no vienen al caso, también soy padre pero, seguramente, no demasiado bueno ya que cada mañana, justo después de que la niña se levante y aún con las legañas puestas, la planto ante la tele mientras preparo el desayuno. Lo pide ella y como, por circunstancias que tampoco vienen al caso, no la volveré a ver hasta la mañana siguiente, no vamos a discutir. Así que mientras mojamos las galletas en la leche, compartimos nuestros escasos tres cuartos de hora de relación paterno-filial viendo 'Star contra las fuerzas de Satán', 'La patrulla perruna', los 'PJmix', 'Hotel Pensilvania' o lo que sea. Bueno, quizá debería decir que veíamos todo eso. Ahora vemos anuncios de juguetes protagonizados por chiquillos (que en este caso sí son publicidad) y dirigidos a sus contemporáneos. Espero que ustedes sean mejores padres que yo (o se les haya pasado la edad) y no se enfrenten cada mañana al inacabable festival de propuestas lúdicas absurdas, imperativas voces chillonas y zooms anfetamínicos. La amplia variedad de canales infantiles que ahora ofrecen las plataformas digitales no impide escapar de los eternos bloques de anuncios. Más bien los multiplica. Y eso que acaba de empezar noviembre y la Navidad aún es sólo el estado mental de algunos empresarios. Ni siquiera el cambio climático que arruina las tiendas de abrigos puede acabar con este auténtico adoctrinamiento de nuestros hijos.

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