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Tiempo

La tecnología que nos envuelve en esta primera mitad del siglo XXI falla de manera estrepitosa en un objetivo que debía de ser el primero: ahorrarnos tiempo. Es cierto que gestiones que antes nos llevaban días ahora se hacen en minutos o segundos y que procesos que antiguamente eran laboriosos y aptos sólo para expertos, están hoy al alcance de cualquiera y se hacen (o se perpetran) en un rato. Pienso, por ejemplo, en la fotografía, en la producción de vídeos o en el diseño de carteles. Herramientas tecnológicas aptas para todos los públicos ponen al alcance de cualquiera hacer estas cosas (la calidad es otro asunto), y es tan fácil que pocos se resisten a convertir en inmortal cada instante de su vida, con lo que vale lo mismo el encuentro casual de media tarde que la cena de feliz aniversario. Acumulamos fotos que nadie verá nunca otra vez. Qué contraste con la foto del abuelo, la única que le hicieron de niño, que ha sido vista y remirada mil veces: un icono único e insustituible, valiosísimo frente a las 500.000 del nieto.

El abuelo iba una tarde al estudio del fotógrafo, se hacía su foto vestido de marinerito y ya está, inmortalidad resuelta. Hoy es tan fácil hacerse una foto, que más parece una penitencia. El abuelo lo solucionaba en una tarde, nosotros no acabamos nunca de hacer y hacernos fotos. Es tan fácil, que no somos capaces de renunciar a ello y en vez de liberar nuestro tiempo, lo devora.

Lo mismo con las noticias: quién se resiste a seguir el minuto a minuto del sainete catalán. Son muchas y están en todos lados, ¿cómo sustraernos? El abuelo leía el periódico en la mañana, y, de nuevo, asunto resuelto. Nosotros no, nosotros seguimos con ellas a cuestas, como otra penitencia. Y ahí se nos va tiempo en noticias low cost.

El muro de twitter da la misma importancia al último exabrupto de la vecina del quinto que a un atentado en Somalia con decenas de muertos o a las diez cosas que debes saber antes de limarte las uñas. Sin más jerarquías que el número de veces que haya sido compartido (retuiteado). Lecturas (libros gratis en pdf, blogs, periódicos, redes sociales), música (sin tasa ni medida), películas, vídeos, fotografías, bulos y artículos de fondo nos acechan y tientan desde las pantallas de nuestra vida, y nos comen tiempo.

Hace mucho que no me aburro. Creo que hace años que no soy capaz de aburrirme. Recuerdo que de niña era una cosa espantosa. Hoy quiero aprender a aburrirme. Quiero aprender a desconectar.

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