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Moscú, qué bien resistes

Qué mayor acto de justicia y de generosidad que acudir al Mundial de Rusia con una camiseta respublicana. Fueron embarcaciones repletas de críos, algunos de los cuales han permanecido desde entonces por aquellas tierras, y si no sus vástagos, para los que ver aparecer a una expedición campeona a los acordes de la tricolor no supone más que la satisfacción por el reconocimiento, tantas veces arrinconado, de que ellos también son españoles. Aunque solo se trate de un efecto óptico, tranquilos, que ya sabemos el terreno que pisamos. Los Ussía, Tertsch and company se han lanzado a la espinilla de Adidas a decirle que si no le da vergüenza y el segundo de ellos, el otro extremo derecha, ha asegurado que «la mezcla en los rombos recuerda a la bandera de Catalunya», a lo que un espontáneo le ha replicado desde la grada virtual con que no le arrebate sus señas haciéndole constar que el morado data del pendón de Castilla. Está claro: el torneo continúa al rojo vivo.

Efectivamente, cuando los dos bandos andan encolerizados a babor y estribor, si lo que se persiguiera fuese alcanzar la concordia, la única forma sería ponerse en el lugar del otro, intentar entenderlo. Y para eso ni ochenta años atrás ni ahora lo pertinente es salirse de madre. El meollito consiste en dejar de echarle guindas al pavo. Lo siento mucho, pero en la primera transición se logró gracias a concesiones y ambigüedades propias del trance y a la altura de miras desplegada por los sele-ccionados. Ahora da cosa contemplar a los equipazos en disputa. Pablo Iglesias ha sido cómo no el primero en romper las redes alabando la elástica, recreándose en la suerte al estilo Neymar y aplicándose en lo del fútbol con tal de no tocar el cacao maravillao que tiene su formación allá, en los confines oprimidos. Lopetegui sí que andará entusiasmado. Pensaría que, con lo de Piqué, ya se había puesto morado del todo y mira, no. Ante la que se le avecina, deben haberle entrado sudores fríos y haber visto algún que otro fantasma. Por las trazas, el de Camacho, naturalmente.

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