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Hablando de banderas

Cuando pensábamos que lo habíamos visto todo, o casi todo, resulta que aún nos quedaba algo por ver: el inspector jefe de la Udef manifiesta en sede parlamentaria que recibieron presiones por parte del PP durante la investigación del caso Gürtel, hasta el punto de intentar «desestabilizarla», y nos quedamos como si tal cosa. Una acusación gravísima que, en otro contexto, habría tenido consecuencias políticas. Sin embargo, estamos tan ocupados hablando de nacionalismos que esto ha pasado casi inadvertido.

Fue una comparecencia de esas que no debería dejar indiferente a nadie: Mariano Rajoy aparece «indiciariamente» en los papeles de Bárcenas. Lo reconoció el inspector jefe durante el transcurso de la comisión. El dato es importantísimo. En otras circunstancias, el presidente del Gobierno, como mínimo, habría dado explicaciones inmediatamente.

Sin embargo, lejos de darlas, la reacción del Gobierno, canalizada a través del ministro de Justicia, fue desacreditar las palabras del inspector jefe de la esa unidad de la Policía Nacional poniendo en tela de juicio la propia investigación. Lo que hace que, por extensión, se desacredite también al resto de funcionarios que han participado en este trabajo policial. Sencillamente, inaceptable.

En un Estado de derecho como el nuestro, hay garantías suficientes para poderse defender sin necesidad de desmerecer el contenido de una investigación policial. En ese sentido, el PP podrá expresar lo crea conveniente en sede judicial. Como es lógico. Intentar hacerlo desprestigiando el trabajo que hacen los funcionarios, que además, deben servir con imparcialidad y objetividad, es impropio de un partido político serio en una democracia asentada como la nuestra.

Deberíamos hacer un ejercicio de reflexión colectiva acerca de todo lo que acontece políticamente y cuál es nuestra actitud frente a ello. Son muchos los casos de corrupción que asedian al PP y se requiere de una respuesta mucho más contundente desde todos los ámbitos: social, político y económico. Sin embargo, la cuestión nacional ocupa casi la totalidad de la agenda política. Así, ocurre que, mientras hablamos de banderas no hablamos de corrupción. Todo apunta a que hay una estrategia que le está funcionando a alguien.

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