Ya es Navidad en la pequeña pantalla. Antes ya había llegado a algunos supermercados y grandes almacenes, pero ahora hemos topado de lleno con ella en nuestros televisores.
Lo habrán notado porque empiezan a proliferar anuncios protagonizados por hombres y mujeres ideales, guapos y guapas, atléticos y atléticas,... Vamos, lo que viene siendo una fiel representación de nuestra sociedad. ¿A qué sí? No me digan que no van ustedes por la calle mirando a sus congéneres como si tuvieran 20 dioptrías, pero en plan «sexy»...
Para colmo, en los «spots» una voz en «off» dice algo -generalmente la marca de perfume de turno- a la que no se le entiende ni «papa». ¿Habla en inglés? ¿Francés? ¿Se habrá atragantado con una gamba? Cosas del «glam».
El caso es que de aquí al 5 de enero están ustedes atrapados en un vórtice de entropía comercial navideño. No intenten escapar porque esto es como las arenas movedizas. Cuanto más te mueves -de canal en canal- con más anuncios de mismo corte te topas. Tanto si lo quieres como si no. Ah, ilusos. Hay algunos que se lo curran un poco más. Algún gran almacén que tira de comedia para captar la atención, Loterías que optan por grandes cineastas... Pero la inmensa mayoría lleva empleando la fórmula de «la nueva fragancia de...» desde hace por lo menos tres años. Que digo yo, de nueva tendrá ya poco ¿no?
Y para colmo, TVE va y anuncia que otro año más -en un alarde de originalidad sin par (modo ironía «on»)- volverá a emitir «Telepasión». Vamos, la Navidad de la marmota.
