La defensa de lo público debe constituir un fin fundamental de la reivindicación ciudadana porque en ello nos va la calidad de vida. Digo esto para que comprendan la razón de ser de estas líneas dedicadas a la gestión pública de la salud en nuestra comunidad. De entrada, tengan esto claro: no puedo estar más agradecido a la atención que han prestado a mi familia y a mí en el Hospital Clínico de València bien por parte de especialistas, bien por parte de diligentes y siempre anónimas enfermeras y enfermeros. Por ello, no escribo contra, sino para exigir a nuestro presidente que proteja ese servicio del que voluntariamente me he servido.

Tomaba un café y advertí sobre la barra el periódico en el que se reproducía un gráfico que tenía como fuente la Consellería de Sanidad Universal y Salud Pública. Presté atención al gráfico porque registraba la espera de los pacientes según especialidades. En oftalmología se decía que la espera de una intervención había aumentado hasta alcanzar los 73 días. Esta información me indignó. El día 8 de febrero del presente año inicié mi viaje hacia la especialidad de oftalmología y lo he concluido el día 23 de octubre. De nuevo solo tengo palabras de reconocimiento para el Hospital Doctor Peset, para la doctora Dualde Beltrán y para el equipo que ha colaborado en mis dos intervenciones. Pero este viaje no ha durado 73 días, sino 234. Viaje que no he realizado en soledad; no represento un caso perdido al establecer una media, pues otros 1921 pacientes me han acompañado (ver Levante-EMV del 09/11/17).

Tengo para mí que la consellera y su equipo han asumido una política que, en realidad, solo ha perjudicado a quien debería beneficiar, al usuario de la sanidad pública; más aún, este usuario puede haber acabado en los brazos de la sanidad privada. Los planes sobre los que se pensó articular la política de salud han fracasado y pasada media legislatura nos informa Levante-EMV de una rectificación: «Sanidad vuelve al plan de choque del PP al aumentar la lista de espera quirúrgica».

Los datos publicados y la experiencia vivida me obligan a dejar planteada una pregunta: ¿no debería pensarse nuestro presidente de la Generalitat el entregar la gestión de la salud a quien pudiera lograr la organización de la sanidad que todos precisamos? De nuevo me he vuelto a encontrar con excelentes profesionales, pero no puedo silenciar una espera de 234 días. A los responsables de la Consellería de Sanidad, incapaces de articular una política sanitaria, cabe recordarles que una dimisión puede ser honrosa y que aferrarse a un cargo puede acarrear el mayor desdoro. Si no somos capaces de organizar el sistema que atiende nuestra salud, hay razones para el pesimismo.