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Queridos politólogos

Escribí en el buscador de Google: «He leído in artículo muy bueno sobre Cataluña». Y Google me respondió: «No se ha encontrado ningún resultado para “he leído un artículo muy bueno sobre Cataluña”».

Significa que está por escribir. O que está escrito y nadie ha tropezado con él. O que algunos lo conocen, pero no lo citan por celos. No lo sé. En cualquier caso, me quedo sin leer el mejor artículo posible sobre el asunto catalán y sin enterarme a fondo, por tanto, de qué va la cosa. Y es que no va todos los días de lo mismo. Por ejemplo, cuando Puigdemont huyó a Bélgica pasando por Marsella, todo el mundo hacía chistes de la cuestión. Yo, como no tengo personalidad ni ideas políticas propias, también. Pero han pasado los días y resulta que la maniobra no fue tan idiota, o no fue idiota en absoluto. A los comentaristas políticos se les ha helado la sonrisa. La extradición, en el caso de que se concediera, tardaría por lo menos tres meses. Es decir, sería después de las elecciones, a las que se puede presentar y hacer campaña desde Bélgica. No se fue a tontas y a locas, pues, sino como producto de una estrategia que ya ha comenzado a dar sus frutos.

En todo este lío, los independentistas van siempre un paso por delante de los analistas políticos, incluso del Gobierno. Seguramente, contaban también con que el fiscal Maza actuaría y la jueza de la Audiencia Nacional metiera en chirona a medio Govern, lo que de momento proporciona más réditos políticos a los encarcelados que a los encarceladores. Cada vez que mueven una ficha, da la impresión de que conocen los siguientes doce movimientos del adversario. De modo que la gente ingenua como un servidor, que se alimenta de editoriales inteligentes y tertulianos astutos, se pasa el día cambiando de opinión quedando fatal delante de los suyos.

- Pero si ayer dijiste que lo del exilio belga era de ópera bufa.

- Quizá debía haberlo dejado en ópera a secas.

Está uno harto de decirse y de desdecirse, y todo porque nadie, según Google, ha escrito aún el mejor artículo sobre la crisis catalana. Es que ni Gabilondo acaba de dar en el clavo. Queridos politólogos, a ver si se ponen a ello de una vez.

Cosas sin arreglo

Internet te ofrece 418.000 respuestas a la pregunta sobre cómo hacer una sopa de cebolla. Vale decir medio millón, casi, de recetas. No sabe uno con cual quedarse y tampoco tiene tiempo para revisarlas todas porque los invitados llegarán dentro de dos horas y ni siquiera has puesto la mesa. De otro lado, y como unas palabras te remiten a otras, puedes empezar en la sopa de cebolla y acabar de en una página de sexo duro. Al final, tarde o temprano, todo desemboca en el sexo. O en la plusvalía.

- ¿Tienes ya los ingredientes? -te pregunta tu mujer desde la cocina.

- Estoy en ello -dices abandonando la página de desnudos integrales en la que acabas de caer por culpa del hipertexto.

En cualquier caso, si eres sensato y no te sales mucho del carril, al final todo se soluciona. A mí me queda la duda de si debo de ponerle queso o no a la sopa, pero está buena con y sin. Aunque lo mejor, créanme, es comprarla de sobre. El sobre es uno de los grandes inventos de la humanidad, lo mismo sirve para pasar un sobresueldo que para distribuir los ingredientes de un caldo. Pero me estoy perdiendo. A lo que iba era a que hay asuntos, como el de la sopa de cebolla, para el que disponemos de cientos de miles de soluciones, y asuntos para los que no disponemos de ninguna.

Deberíamos empezar a acostumbrarnos a eso: a que hay problemas sin solución. Y no estoy pensando en la crisis catalana, que también, sino en cuestiones de orden doméstico. Una gotera, por ejemplo. En mi casa hay una mancha de humedad que no logramos averiguar de dónde viene. La hemos cercado como a un animal, la hemos acorralado, pero no confiesa su origen. El mes pasado nos resignamos a vivir con ella. Con ella y con un ruido que sale de debajo el bidé. Más que de un ruido, se trata de una familia de ruidos que ha anidado ahí y no hemos hallado el modo de exterminar.

Hay cosas en la vida que no tienen solución. Deberíamos acostumbrarnos. Disponemos de cientos de miles de recetas para la sopa de cebolla o para la langosta al jengibre, pero ignoramos cómo educar a los hijos, he ahí otro ejemplo. El mercado nos ofrece todo, excepto aquello que de verdad necesitamos.

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