Es cierto que en muchas ocasiones se utiliza la Historia como arma arrojadiza. Sin embargo, ese no es el camino para los grandes retos del mundo actual en que todos decimos que los problemas se tienen que resolver por el diálogo y la vía diplomática. Sea o no posible resolverlos por esas vías, ojalá sí; de lo que no cabe duda es que no debemos acudir al pasado para pedirnos cuentas unos a otros. Con este espíritu, que no es ni más ni menos que el propiciado por la Unesco, se va a celebrar en Valencia el Congreso sobre la guerra cubano-hispano-norteamericana (1895-1898) que responde a dos de sus recomendaciones: «organizar más reuniones entre países pertenecientes a sistemas socio-económicos diferentes» y «aumentar los intercambios culturales entre países separados otrora por la colonización».

Además, se va a hacer simultáneamente en València y La Habana. Para ello ha sido necesario que en nuestra ciudad se hayan puesto de acuerdo la Real Academia de Cultura Valenciana, con su Grupo de investigación histórica Navarro Sangrán, la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir, con los promotores del grado de Historia, y la Universidad Politécnica de Valencia, que ha hecho posible que pueda realizarse por videoconferencia simultáneamente en sus instalaciones y, finalmente, el Instituto de Historia de Cuba, que es la entidad organizadora al otro lado del Atlántico.

La organización del congreso significa varias cosas del mayor interés para los historiadores porque conscientemente se ha procurado que no se reproduzcan unos defectos de planteamiento que han sido habituales:

Primero. La Historia como ciencia no puede mantener un punto de vista eurocéntrico.

Segundo. Tampoco se puede hacer girar el relato histórico exclusivamente desde un punto de vista de la propia nación.

Tercero. No debe olvidarse a la mayoría de los afectados, que son las personas de las clases populares.

Es cierto que en determinados discursos históricos, como dice Juan-Sisinio Pérez Garzón: «La Historia como ciencia (€) ha hecho de Occidente el mudo referente del mismísimo conocimiento histórico, porque siempre es la Historia europea el modelo de análisis y de interpretación, y porque además el conocimiento histórico se produce al margen de lo ocurrido o sigue ocurriendo en otras culturas o sociedades».

Pues en este congreso se va a evitar que esto se produzca, se ha evitado ya desde el propio planteamiento del congreso. Como dice el adagio escolástico, «contra los hechos no caben argumentos», pues he aquí que este congreso demuestra con hechos que no es eurocéntrico. Se ha organizado conjuntamente entre el Instituto de Historia de Cuba y la Real Academia de Cultura Valenciana, precisamente, para coordinar a los historiadores de ambos lados del Atlántico que han decidido participar.

También se evita por la distribución de ponencias que el punto de vista sea planteado desde la propia nación. Con tres ponentes españoles y dos ponentes cubanos que reciben comunicaciones tanto españolas como cubanas, resulta imposible que el análisis científico responda a una perspectiva exclusivamente nacional. Al contrario, el propio método de trabajo y de revisión de los expertos obliga a que de las distintas aportaciones surja una síntesis como estado actual de la cuestión, de cada uno de los temas que se aborden. Esto no quiere decir que no sean legítimos los discursos geopolíticos, naturalmente que lo son. Más todavía, al discurso geopolítico en su legitimidad le conviene el contraste con otros discursos porque, de esa manera adquiere solvencia. Y solvencia quiere decir que se construye a partir del conocimiento histórico y no desde la percepción o desde la memoria, pues como dice Gustavo Bueno: «La memoria, si existe, es individual y episódica, y no es Historia; y la Historia, si existe, no es cosa de la memoria sino, (€) es cosa del entendimiento y de la razón». Esto es precisamente lo que se lleva a cabo en este congreso: aplicar el entendimiento y la razón a lo que nos dicen las fuentes con respeto al discurso geo-político de cada historiador pero con la intención de lograr un conocimiento histórico que sea un verdadero estado actual de la cuestión con lo que significa de puntos de coincidencia y de discrepancia, pero desde la concordia personal.

En cuanto a la posibilidad de olvido de las clases populares, queda totalmente descartada por la propia trayectoria de los trabajos del director de este congreso, el historiador español Enrique de Miguel (exdecano de la RACV) que, junto con el historiador cubano Raúl Izquierdo (expresidente del Instituto de Historia de Cuba), han centrado sus investigaciones, muchas veces en colaboración, en las bajas de los soldados durante la contienda, no sólo de los mandos de sus respectivos ejércitos. Precisamente sus trabajos conjuntos, cotejando fuentes españolas y cubanas, fueron el germen que posibilitó la complicada organización conjunta del congreso que comenzará el 28 de noviembre próximo.

Todo esto que se ha expuesto también es cultura valenciana, porque por tal debemos entender tanto la genuinamente propia de los valencianos, como las aportaciones que se hacen a la cultura universal desde València, es decir desde la Comunitat Valenciana.