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Amparo Barbeta 01

Pantomima y coraje

Admiro a todos los deportistas. Y los envidio. Me da igual cómo se llamen. Todo esfuerzo merece su reconocimiento. También hablo de deportistas no profesionales, de esos que le arañan minutos al reloj para salir a entrenar al mediodía, a esos que reducen sus horas de sueño para poner las calles o los que dejan de jugar con sus niños los fines de semana para correr una prueba en la que quedarán a la cola de la clasificación. Ellos, permítanme, sí que son héroes a imitar porque no utilizan máscaras. Les digo por una entrevista en France Football del exfutbolista Philippe Mexes.

El francés ha salido de la «burbuja» (como llama al fútbol) y ahora que vive en el mundo real se arrepiente de la imagen que transmitía sobre el terreno de juego y reconoce que cuando jugaba al fútbol lo hacía con un personaje que se había creado. «Fui un poco gili... como muchos otros. No lo niego. Siempre asumí esa imagen. También era una puesta en escena: las medias subidas hasta las rodillas, el pelo largo, la coleta, los rapados... Formaba parte de mi pantomima, de mi personaje. Y luego, jamás podrás impedir a la gente que te quite esa etiqueta», explica. Éste, y otros tantos futbolistas, son ídolos de miles y miles de niños que imitan una estética y un comportamiento, cuando lo que se debería admirar e imitar son valores. Yo, si tuviera que poner a los peques un ejemplo de futbolista, lo tendría claro: Juan Mata sería el modelo a imitar. El exvalencianista, ahora en el Manchester United, entendió desde juvenil la dimensión social de su deporte y el poder transformador de la pelota.

Mañana, miles y miles de personas animarán y admirarán a los superhéroes y superheroínas que saldrán a las calles de València para participar en la maratón. Pero la gloria, porque así está montado este mundo, se la llevarán los que cobran una millonada por dar patadas al balón y los que con su comportamiento, en algunos casos, sonrojan al deporte por contradecir sus preceptos éticos. Y les digo esto, cuando no sé si iré a ver la maratón y sí que veré a la hora del café a los chicos de Marcelino ante los de Quique Sánchez Flores. Porque una cosa es admirar a un deportista y otra sentir unos colores.

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