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¿Para qué sirve una manifestación?

De Miguel Dominguín es archiconocida su leyenda según la cual tras una romántica velada con Ava Gadner y ante las urgencias del torero, la actriz le preguntó -¿Dónde vas? - «A contarlo», espetó el matador. Respecto a la manifestación que hoy recorrerá el centro de València con la intención -algo audaz- de evocar las grandes marchas históricas de la ciudad -la de l’Estatut del 77, la del 23-F o «Agua para todos»-, debemos acogernos al paradigma de la comunicación que mantiene que más importante que hacer las cosas o hacerlas bien, lo fundamental es contarlas.

Afluencias. Ximo Puig y Mónica Oltra -nuestra Nancy Pelosi- afrontan hoy un reto mayúsculo. Si los análisis dominicales son benignos se habrán apuntado un tanto. Si desfila menos gente de la que tras la pancarta anticatalanista lograron juntar Cristina Seguí y García Sentandreu el pasado sábado, se entenderá la convocatoria como un fracaso. Por eso -con la tele de Empar Marco apagada en sesión continua- lo importante es el relato. Una manifestación, para ser histórica y esta que hoy recorrerá un par de kilómetros y medio puede serlo, se convoca mayormente para contarla a posteriori. Así, lo cabal será mirar las portadas de mañana y los principales digitales de la tarde.

Historia. Llegados a este punto cabe hacerse la pregunta: en el contexto actual, de democracia digital, banalización de la política y cuando el votante es puro big data ¿para qué sirven las manifestaciones? ¿Se han quedado estas marchas colectivas en la ortodoxia viejuna en plena política 4.0? Bien. Contra el mantra de que una manifestación no sirve para nada, resulta que en Cataluña han activado el camino hacia la independencia republicana, tras lo de Irak hicieron caer un gobierno y después del «tejerazo» la demostración de las masas borró de por vida cualquier tentación golpista en nuestras fuerzas armadas.

Posverdad. Sin embargo, en el ámbito de la voluntad popular y de los movimientos o iniciativas colectivas -léase una república, una demanda hídrica o una protesta por la libertad de la educación- es clave que los deseos de la comunidad sean catalizados por algún motivo o reivindicación real y no por la posverdad. Es decir, la hierba verde no arde. Glosando la premisa leninista, no basta con que la vanguardia revolucionaria promueva algo. El «algo» ha de existir.

«Agua para todos». La marcha por el agua no logró los objetivos reales -seguimos sin ella- pero sí los estratégicos que perseguían sus fabuladores. Amalgamó a la sociedad valenciana junto a una idea política apropiada astutamente por el PP frente al centralismo y la gestión de los recursos hídricos. Así, si Zaplana logró convocar a la multitud por un transvase es porque tocaba un problema real en un momento propicio. Para acabar de contextualizar la marcha de esta tarde, además en este momento nos encontramos en el aniversario de la manifestación histórica del 9 d’Octubre del 77 a favor de l’Estatut. Muchos de los que hoy estarán recordarán donde estaban -y si estaban o no- en aquella demostración de fuerza popular. La calle fija las vivencias, es termómetro y colofón de un desafío.

¿Y el PPCV? El Partido Popular no ha querido apuntarse a esta fiesta. Afinando la estrategia, su presidenta Isabel Bonig suplió su ausencia de hoy de la marcha con la visita al «metge» Montoro. Aunque no pueda reconocerlo, Bonig está atrapada. Por un lado no puede ofender a Génova -en otros tiempos y similares circunstancias los socialistas valencianos no se atrevieron a soliviantar a Ferraz- y, a decir verdad, tampoco vemos a los populares valencianos juntándose con Acció Cultural y otros compañeros mártires en la misma comitiva. El problema para el PP en caso de éxito de Puig/Oltra, es que el imaginario colectivo tiende a recordar más un gran evento en la calle que la gestión gris de los despachos si una manifestación desencadena una reivindicación conseguida. Es lo que tiene un relato apropiable. Además, la propuesta de la líder popular -un manifiesto que comprometa los votos de los diputados valencianos a los PGE de 2018- corre el riesgo de evidenciar su soledad, en lugar de cobrar la iniciativa.

Montoro. Mención aparte merece es el Ministro de Hacienda. Condicionar la mejora de la financiación a la aprobación de las cuentas públicas lo único que ha provocado, con toda seguridad, es que hoy se manifieste más gente. Dicho de otra forma: Montoro se convierte en un convocante más de la marcha, cuando lo que perseguía Bonig era negar su necesidad. Y no obstante, y como el PP apunta sin decirlo, es que siendo vital una nueva financiación autonómica -imprescindible en sí misma- no es menos cierto que plantear una negociación cuando el relato de la independencia catalana sigue vigente condena el proceso a la dificultad. Conclusión: en el caso del PPCV su responsabilidad no acaba con la decisión de acudir o no acudir hoy, sino que tendrá que pensar que hace mañana para no quedar en órsay.

Los tozudos números

No dejes que una verdad te estropee una manifestación. Miren, es cierto: los valencianos estamos a la cola de inversión per cápita en el reparto de recursos del Estado. España no nos roba, más bien nos olvida. Ahora bien, el contexto actual y reciente proyecta algunos matices sobre el motivo último de la marcha de esta tarde. La realidad ahora mismo es que sí, estamos mal financiados; que sin embargo no estamos tan mal en este último año porque la mejora de la economía ha propiciado una mejora en los ingresos de la Administración y el ahorro en gastos financieros. (2.650 millones más en total). Que de poco sirve pedir más recursos si los que te dan no te los gastas -y el bipartito sólo ha ejecutado el 30% de las inversiones-. Y que todas las cábalas sirven de poco si el ambiente político general no colabora. Y la broma catalana nos ha costado ya el 1% del PIB, es decir, 15.000 millones de euros que no acabarán en las arcas autonómicas. Las cosas, como son.

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