Ni el nacionalismo catalán puede secuestrar el derecho de las distintas comunidades a repensar España, ni el inmovilismo de Rajoy suministrar excusas a los radicales. No hay equidistancias posibles, ha sido Puigdemont quien ha querido romper el tablero del juego democrático y se ha topado con el Estado de Derecho. El pecado de Rajoy, dejar pudrirse la necesidad de diálogo político en España sobre el problema territorial, perdiendo posibles aliados moderados en Cataluña, y siendo cicatero con la piedra de toque, posible llave de la solución del problema, un nuevo sistema de financiación.

El procés de Puigdemont reúne todos los ingredientes de una opción de derechas: es excluyente (deja de lado al resto de comunidades), insolidaria (se desentiende de un reparto integrador de los recursos) y en su confrontación radical con el Estado invisibiliza las justas aspiraciones de pueblos como el valenciano, necesitado de un nuevo modelo de financiación autonómica.

En esta encrucijada, muchos se han vuelto esperanzados hacia el PSOE. Y Pedro Sánchez no ha defraudado. Al tiempo que se mantiene firme en la defensa del Estado de Derecho, consigue que el Gobierno se comprometa a estudiar a través de una comisión las soluciones políticas al problema territorial de España. Amén de racionalizar la aplicación del 155. Una línea de actuación integradora y solidaria que interesa a los valencianos, los peor financiados.

En paralelo, el PSPV impulsa una doble línea de actuación responsable: desde la Generalitat arranca el compromiso de Montoro para que el nuevo sistema de financiación esté diseñado en 2017 y apoya la manifestación que con este mismo objetivo convocan los agentes sociales para el 18 de noviembre en València.

La peor de las dialécticas posibles para el país sería la protagonizada por las derechas en liza, radicalismo de Puigdemont e inmovilismo de Rajoy. Pierden las comunidades -también y mucho la valenciana- pierde el pueblo. En el fondo, ambas comparten una cosa: imposibilitan el cambio y abogan por una salida injusta de la crisis.

Los valencianos sabemos que hay un tercer escenario, el del encuentro fructífero, y una tercera vía, abordar a través del diálogo una nueva estructura de España que reconozca la diversidad territorial y la igualdad financiera de los ciudadanos. Salir a las calles de València el pasado sábado, exigiendo una financiación justa, fue un gran paso para conseguirlo.