Asia presenta algunas similitudes con Europa. En su parte septentrional y con la leve interrupción de los Urales, prolonga la llanura europea, en especial en Siberia occidental. Del mismo modo se prolongan las regiones húmedas, según el índice de aridez de De Martonne, en una diagonal que se va estrechando a medida que viajamos hacia el este. Desde la desembocadura del Pechora, surge un territorio perhúmedo, fruto del descenso térmico y por tanto, evaporativo, que da un mejor balance hídrico, a pesar que las lluvias van disminuyendo en esa misma dirección. El continente alcanza una mayor extensión hacia el norte y el efecto suavizador de la Deriva nordaltántica se desvanece, siendo sustituido por el gélido Ártico. Incluso aparece un sector hiperárido, fruto de un vicio del índice: cuando las medias anuales caen por debajo de cero grados, siempre tendremos un índice negativo y, por tanto, por debajo de 5. Las costas orientales del mar Negro forman una estela húmeda y perhúmeda, que dan paso al árido Turquestán, los primeros desiertos templados. La cordillera de Kopet Dag, entre Irán y Turkmenistán, es un umbral más favorable que separa el Turquestán de los desiertos más cálidos entre los 25 y 35º de latitud: Lut, Sind y Thar. Las grandes cordilleras asiáticas son la causa de una aureola húmeda que, como una cáscara, encierran las "almendras" áridas de Takla Makan, Gobi y Ordos. A barlovento lluvia, incluidas las rarezas mediterráneas de Samarcanda, Dushanbe o Taskhent; a sotavento, sequedad. Pero al contrario que Europa, Asia se prolonga en latitudes tropicales y aquí los monzones limitan los desiertos. La aridez solo asoma tímidamente en las sombras pluviométricas que determinan los Ghates Occidentales en la India y los montes Arakan en Birmania.