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Hagan más ruido, señoras

Del juicio a la manada me quedo con el ruido mediático, que tanto molesta a los que son más del silencio de las corderas. Se está juzgando a cinco amigos que en los Sanfermines del año pasado presuntamente violaron por turnos a una joven a la que acababan de conocer, lo grabaron con sus móviles y compartieron la experiencia con otros colegas en su chat de grupo. Uno era militar y otro guardia civil. Les detuvieron y encarcelaron. Como la violencia sexual extrema contra las mujeres es un delito que desde tiempos inmemoriales se minimiza y se encubre, esta causa va discurriendo por los derroteros esperados, y el tribunal ha admitido como prueba un informe redactado por un detective privado contratado por los acusados sobre la vida y milagros de la víctima tras la agresión. Ya lo sé. Se pueden ahorrar todas esas teorías del Derecho según las cuales los susodichos pueden alegar indefensión si no se acepta esa basurilla de seguimiento a la chica en su discurrir cotidiano y sus redes sociales con el propósito de demostrar que no ha sido para tanto. Ya me las he leído y me dan igual, sigo furiosa. Porque un tipo al que le roban el Rolex no tiene que demostrar en un juicio que no iba provocando al ladrón y que su biografía es ejemplar. El reloj es suyo con independencia de las fotos que subiera en Facebook la semana pasada. Pero tu integridad, chica, no. Las mujeres violadas son sometidas a escrutinio antes, durante y después. Invocando todos los nombres del cerdo le han llovido críticas al tribunal, que desestimó como pruebas las conversaciones de la manada sobre su intención de "follarse a una gorda". Y el público ha estallado. El bendito ruido mediático se ha hecho atronador. Millones de comentarios en las redes sociales y en los medios de comunicación. Campañas y manifestaciones. La justicia es ciega, y tal vez sorda, pero nosotras no, y estamos esperando a ver qué dice la sentencia sobre la vigilancia a una chica que tras ser violada en grupo por depredadores tuvo que retomar su vida como pudo. Y opinaremos al respecto, porque eso de no pronunciarse sobre lo que dice la justicia es cosa de políticos, no de mujeres en pie de guerra. Si hay que cambiar la jurisprudencia, los procedimientos y las leyes, pues que los cambien.

De esta manera llegamos al día contra la violencia machista, mañana: montando un pollo gigantesco por lo que tienen que soportar algunas, las que se animan a denunciar. Asqueadas porque en Elda a una mujer la mate a tiros su exnovio a la puerta del colegio de su hijo de cuatro años, a pesar de la orden de alejamiento. Indignadas porque la fiscalía ha pactado en Palma con un tipo que abusó sexualmente de una niña de nueve años, quien ha reconocido su culpa a cambio de no ir a la cárcel. Yo llego al 25N observando las denuncias de acoso sexual en Hollywood o en las televisiones, y en las consecuencias que está teniendo para algunos tótems sagrados y me congratulo de que los intocables ya no lo sean, lo invisible se visibilice y de que la reacción social obligue a mover ficha a quienes siempre optaron por callar, subestimar y tapar. Aquí me gustaría escuchar más estruendo. Más críticas, más mensajes irreverentes, nuevas campañas feministas que impacten sobre la ciudadanía con argumentos que no se olviden fácilmente. Muchas acciones estrepitosas que protejan a nuestras congéneres en peligro porque envíen a sus enemigos el recado claro de que no están solas. El liderazgo femenino hay que ejercerlo con mucho, mucho ruido.

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