Jauría: "Conjunto de personas exaltadas que manifiestan su saña contra alguien o contra algo". Manada: "Grupo de animales cuadrúpedos salvajes que van juntos. Puede aplicarse a personas". El juicio a la manada -ya saben, esos puercos acusados de una violación grupal en los Sanfermines del año pasado- invita a discurrir sobre la perversión del lenguaje. Sus descerebrados protagonistas se consideraban 'manada', término equívoco porque, como bien indica el diccionario María Moliner, la manada nunca practica la violencia. Así que más bien la suya era condición de 'jauría', ávidos de sexo salvaje, violento, sin consentimiento. Huelga decirlo: presuntos violadores. ¡Hay que fastidiarse! Este humilde columnista debe cultivar el respeto en su ventana mediática, justo con quienes se lo cargan en su mísero transitar vital.

No sé si será por mi condición de feminista impenitente, el caso es que observo anonadado en este asunto demasiada mesura en los medios de comunicación de masas. Se refieren a la manada como jóvenes, omiten adjetivaciones y silencian que, con presunción o sin ella, la suya fue, cuanto menos, una marranería. Tampoco entiendo que ningún especialista ahonde en un dato tremebundo: de cinco fulanos, uno guardia civil, el otro militar. Me planteo si no sería pertinente revisar las pruebas de acceso a las fuerzas y cuerpos de seguridad. Si acaso no es mucho pedir, tampoco estaría mal examinarlos de un curso de feminismo para principiantes. La perspectiva de género sigue atrofiada en algunas profesiones decisivas en la vida pública. ¿Cómo es posible velar por la ciudadanía sin conocer la obra de Clara Campoamor, Celia Amorós o Betty Friedan?

Si decía que el lenguaje es perverso, no digamos el silencio. ¿Qué pensará el círculo de amistades de ese hatajo de canallas? ¿Y sus madres, hermanas, tías, parejas? Su mutis inquieta. ¿Por qué no se desmarcan los varones de este tipo de machos perniciosos? Su supuesta masculinidad daña la imagen de quienes deseamos promulgar otra dimensión del género masculino: la ternura, el respeto, la no-violencia y la igualdad también son valores de nosotros los hombres. No nos sentimos jauría. Condenamos a esta y otras extrañas manadas. Si acaso, la nuestra es la manada del feminismo radical.