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El 'gamer youtuber influencer'

Las profesiones que la chavalería española prefiere para su futuro son las de gamer, youtuber, futbolista e influencer. (No entrecomillo los extranjerismos porque seguro que la RAE, a la velocidad acomodaticia que hoy va, los está registrando como castizas voces en estos mismos momentos). Advierto: no es que quieran llegar a ser gamers, youtubers, futbolistas o influencers, es que quieren ya, de inmediato, ahora mismito, sin demora, acostarse adolescentes y despertarse gamers, youtubers, futbolistas o influencers. Advierto más: no quieren ser un gamer, un youtuber, un futbolista o un influencer cualquiera: quieren ser Laura van Eijk, El Rubius, Cristiano o Messi, o Dulceida. O sea, famosos ya, podridos de pasta ya. Bájalos tú de la burra, cuéntales que todo requiere un proceso, convéncelos de que mola más subir las escaleras que llegar al primer piso (Jean Cocteau lo creía), persuádelos de que lo importante es el viaje y no la llegada a puerto (cítales a Kavafis). Perderás el tiempo. Háblales de cursar Infantil, Primaria, Secundaria, Bachillerato, FP, universidad y posgrado para convertirse en médicos, ingenieros, abogados o filósofos: verás qué risa les da antes de gritarte que no los rayes. Y sin embargo...

Una tarde en Madrid, charlábamos sobre profesiones el lúcido, colosal actor, escritor y cineasta Fernando Fernán Gómez y el aquí firmante. Apuró un trago de whisky y batió las manos en el aire: "Vienen a darme la lata muchos jóvenes con que quieren ser actores. Les explico de qué va el oficio y salen espantados. ¡No quieren ser actores, coño, quieren ser Hamlet!". Claro, qué estupenda aspiración llegar a protagonizar a Shakespeare, quién lo niega. Pero para conseguirlo hay que ejercitar muy mucho la memoria, saber moverse en un escenario, entrar en el trabajo de grupo, aprender a vocalizar, no ignorar nada del lenguaje del cuerpo, pasarse días y días viendo a los clásicos que hicieron Hamlet y Macbeth y Lear y Ofelia y Desdémona y Coriolano, leer y leer, ver y mirar, oír y escuchar, viajar, interiorizar, vivir mucho, aprenderse todos los trucos de las tablas, meter morcillas y salir airoso de jardines... Luego, si te acompaña el talento y te viene a ver la suerte, a lo mejor compones un Hamlet decente, que, si sigues estudiando y currándotelo, puede que llegue a ser un Hamlet memorable. Pues lo mismo mismamente ocurre con gamers, youtubers y tal. Si quieres convertirte en el puto sheriff de esos oficios, te aguardan años de aplicación dura a las tecnologías de la imagen, del sonido, del diseño gráfico, del branding, de la fotografía, la estrategia digital, los clips y el vídeo. Y tienes que tener la cabeza muy bien armada. Y ser perseverante y paciente. Y contar con un alto grado de tolerancia a la frustración. Y no ser un gilipollas. Y saber pila de idiomas. Y derrochar talento, esa cosa que no te pueden comprar los papis. Y saber hablar, leer y escribir. Y aprender calladito y humilde de los que saben. Y no ser un fantasma. Y vivir dispuesto a que te traten de humillar -así como suena- y saber salir de ello. Y ponerte a la cola. Y no confundir una oportunidad con una estafa. Y que los dioses te vengan a ver cargados de suerte para ti. Y que no basta con hacer el cabra bossanovero celebrando un gol: que, primero, hay que saber meterlo. Y que las posturitas al hacer la croqueta futbolística de nada valen en 2ª B cuando viene por ti a toda leche un desdentado defensa de 37 años que ya pasó por veinte equipos (y que soñó con haber sido Cruyff o Hugo Sánchez, pero se le pasó el arroz). Que hay millones con tu misma aspiración, chaval. Que nadie da, dio ni dará nunca duros a cuatro pesetas ni un euro a veinte céntimos. No hagas caso de mis consejos de viejuno: ya te saludaré en la cola del paro, campeón, si lo hubiere y la hubiere.

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