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Un tren que traquetea hasta Utiel

El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, se reunió con el ministro de Fomento, Iñigo de la Serna, para hablar de infraestructuras ferroviarias. Según publicaba este diario el pasado cuatro de octubre, todo fueron buenas intenciones y promesas. El ministro habla de una inversión de 800 millones de euros para poner al día lo que haga falta. Sobre plazos, dijo que el plan se presentaría en noviembre. Ya ha pasado medio mes y no se ha presentado. Suponemos que habrá algún responsable en algún departamento del Gobierno autonómico, de la Delegación del Gobierno o del Gobierno de la nación que a estas horas estará preocupado por llegar a tiempo de cumplir la promesa del ministro.

Tras la presentación del plan es de suponer que habrá la correspondiente partida en los presupuestos generales que el Gobierno debe presentar a las Cortes. Y es de esperar que si aparecen, cuenten con el apoyo mayoritario de la Cámara. Ahí es de suponer que alguna cosa dirá Compromís si es que quiere aparecer como un partido que aspira a mucho más que a vehicular su idioma o a solidarizarse con políticas secesionistas. Mucho suponer parece cuando estamos acostumbrados a que los presupuestos se aprueben o se rechacen en función de ideologías y no del bien común. En el hipotético caso de que haya plan y se aprueben los presupuestos hay que esperar al desarrollo de los correspondientes proyectos de ingeniería. Y para rematar, el filtro definitivo de los impactos ecológicos, que suele ser el escollo más complicado. Igual hay una reserva de linces ibéricos o de gorriones hasta ahora desconocidos que mira por dónde, conviene preservar. Así es que échenle en el mejor de los casos cinco o seis años. Mientras tanto, si usted quiere viajar de Utiel a València por la vieja vía que nos une con Cuenca y que constó decenas de años construir, cárguese de paciencia. Suba al tren, abra un libro o el móvil y confíe que en un par de horas llegará a su destino. Tuvo prioridad el AVE, ese que iba a revolucionar la comarca de Requena/Utiel, para que al día suban una docena de personas con destino a Madrid. Ese tren que construyó una estación en medio de la nada cuyo coste y sus correspondientes beneficios para los constructores amigos del poder avergüenzan a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad por el respeto al dinero de todos. Y todo ello a costa de que el viejo tren que traquetea necesite media hora larga desde San Isidro a la Estación del Norte porque no tiene acceso directo; y baja y vuelve a subir y espera y vuelve a esperar cruces. Se trata de una nueva prueba más del abandono de la València interior.

Algo deberían hacer los alcaldes para reclamar una solución a un problema que afecta a miles de ciudadanos. Algo más que reunirse en despachos para escuchar las promesas de siempre. La València del interior, que se despuebla poco a poco necesitaría apostar por unas políticas comunes que le ayudasen a sobrevivir. Y las infraestructuras resultan vitales. Visualizar ese compromiso con sus ciudadanos es trabajar por los derechos individuales. Es trabajar para que todos los españoles, vivan donde vivan, tengan las mismas oportunidades.

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