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Nación y misión

El nacionalismo es como una arma corta: puede justificarse como estricta autodefensa. Pero las fuerzas de la Contrarreforma andan crecidas después de haber vapuleado a sediciosos y bolivarianos y se han traído al sherif, Jean Claude Juncker (para quien el estado nacional solo es el instrumento que asegure el pago de la deuda) que dijo (después del tercer whisky): «El nacionalismo es veneno». Ya puestos habría funcionado mucho mejor el clásico «¡Nene, caca!». Incluso se ha recordado mucho estos días que el nacionalismo lanzó a Europa al abismo de dos guerras mundiales, aunque esos nacionalismos creo que fueron el alemán, el francés, el británico y, como figurante, el italiano. El catalán, el escocés o el corso, me parece que tuvieron un papel de poco relieve.

Dicho eso y pasando por alto que cuando oigo las arengas de los padres de la patria me parece detectar no sé qué tufillo a procurador por el tercio familiar (Méndez de Vigo se apellida de un modo muy apropiado para serlo), me pregunto si serán muchos los catalanes que echen de menos aquella pax augusta de los tiempos en que Pujol mandaba en Madrid más que ningún ministro y siempre se traía para Cataluña algún interesante despojo. La situación tenía alguna ventaja, a mi juicio, aún más estimulante: Cataluña podía funcionar como un Estado no declarado, la minoría española -una minoría que quizás tenga más votos- se abstenía de participar en el juego de tronos de la Plaça de Sant Jaume y era como una Españita inserta, proveedora de muchas cosas nada desdeñables. Cada uno podía sentirse más de lo uno o de lo otro. O un cóctel de simetría variable (si no se lo había bebido Juncker).

Todo empezó a joderse con el primer tripartito. Mi sensación es que sobreactuaba. Yo no veía en Barcelona ninguna impaciencia de la voluntad de ser, aunque sí una competencia interna entre los partidos por ver quien era menos botifler y mas catalán a prueba. La izquierda se dejó llevar por esa fea costumbre de mirar en la entrepierna de la identidad y perdió: el nacionalismo es misional, no para hasta que te convierte. Primera parte. Mañana, la segunda.

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