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Viernes negrito

La vorágine consumista nos acaba de arrojar en brazos del viernes negro (black friday), otro invento de Estados Unidos, ese país con menos historia que la de España al que miramos embelesados para adoptar sus costumbres como si no tuviéramos propias. Resulta difícil distanciarse de esa espiral de ofertas que nos llevan a comprar por comprar, pero es el momento de plantearnos si tenemos una necesidad real de adquirir nuevos productos, para evitar el hábito de consumir sin sentido.

Desde hace años se celebra en algunos países, coincidiendo con esta jornada, un día sin compras como protesta ante el consumismo. Sin llegar a tanto, creo que se nos va de las manos esta fiebre de la opulencia, ese afán por comprar bienes que no siempre son necesarios, costumbre que quizá solo es una respuesta para satisfacer necesidades o deseos que no hemos aprendido a compensar con otros recursos no materiales. Observen sus armarios, vitrinas y despensas: vivimos en una sobreabundancia de alimentos, ropas, tecnología y hasta de información que es imposible poder disfrutar.

No necesitamos todo lo que compramos. Gran parte de las compras que hacemos la mayoría de los españoles son caprichos y excesos que se nos antojan necesarios, pero nos hemos convencido de que tenemos que hacernos con ellas merced al bombardeo permanente a través de la publicidad, el correo y los escaparates. Mientras, al otro lado del paraíso hay quienes sobreviven sin poder permitirse cubrir sus necesidades básicas.

Tenemos la falsa necesidad de distinguirnos de los demás a través de los objetos que poseemos, sin llegar a advertir que en nuestra carrera por aparentar más que los otros, estamos todos remando en el mismo barco de la apariencia y pareciéndonos más entre nosotros mismos. La Navidad, las rebajas, las ofertas, nos hacen sentir especiales y distintos de otros porque podemos consumir cosas que creemos que algunos no alcanzan, para finalmente anclarnos a un grupo social en el que todos nos comportamos de la misma forma.

Atentos también ayer porque era el ciberlunes o cyber monday, y nos inentaron colar ropajes, perfumes, cremas o instrumental tecnológico a cascoporro. Yo, por si acaso, me escondí las tarjetas de crédito porque me gusta gastar cuando me da la gana y no cuando me lo mande el tío Sam. Además, sin comprar nada en el cyber monday me he ahorrado el cien por cien en cada producto.

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