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Las otras agresiones

Se levanta la primera. Arrancar el día en su casa depende de ella. Ejecuta, organiza y planifica. A pesar del madrugón, llega tarde al trabajo. Pero acelera y cumple. Lanza su bolso contra la mesa y otra vez ese olor. Es su compañero varón. Relajado, huele a loción de afeitar recién puesta. Ella tiene un contrato a tiempo parcial y él a jornada completa. Cada uno en su horario, hacen la misma tarea. Sin embargo, y aunque ella está mejor preparada, él la supera en salario.

Es el retrato de muchas trabajadoras. El 73 % de los contratos a tiempo parcial están ocupados por mujeres, según la última EPA. Más de 2 millones frente a 700.000 hombres. Factor que provoca que un mismo trabajo no suponga tener un mismo salario. Así lo desvela el promedio del sueldo por hora en España: los que trabajan media jornada cobran 9 euros la hora. Los de jornada completa perciben 12.

Que las mujeres copemos el empleo parcial y, por tanto, los peores salarios es un insulto. Una agresión más aunque no deje marcas ni salga en los telediarios. A un gran número de ellas no les queda otra porque el agravio empieza en casa. Que te cargues con el peso de los hijos y las tareas del hogar es una gran patada diaria a tu dignidad y a tu derecho al pleno empleo. El 70 % de las horas del trabajo doméstico lo realizan las mujeres. Y si eres madre, ponle off a tu carrera: el 40%, tras nacer su hijo, deja de trabajar durante un año a diferencia del 7 % de los hombres.

Me niego a llamar micromachismos a estos datos indecentes porque detrás de esta desigualdad vienen todas las demás. En las mujeres, a pesar de tener un nivel educativo superior, la tasa de paro es mayor, cobramos menos salario, estamos en mayor riesgo de pobreza y somos minoría en los puestos de dirección. Un mundo al revés. Un universo injusto donde nos siguen preguntando si vamos a tener hijos cuando optamos a un puesto de trabajo. No vaya a ser que un embarazo arruine, no ya tu carrera profesional que nada les importa, sino sus planes para el desarrollo normal de la empresa.

Frente a esto, hay quien defiende el sistema de cuotas. Obligar a la paridad de hombres y mujeres en los puestos de mando para tirar de la demanda femenina hacia abajo. Pero, como tantas cosas, la igualdad no se impone. Es el convencimiento de que el género no condiciona una contratación. Y punto. Lo contrario es seguir subestimándonos: no llegas por tus méritos, sino por cumplir una obligación. Lo que garantiza la igualdad es tener las mismas oportunidades. Y autocrítica: si somos nosotras las que mayoritariamente todavía educamos, no traslademos conductas machistas. Ni las permitamos. Por pequeñas que sean, también son agresiones.

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