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2017, ¿«Annus horribilis»?

La pertinaz sequía, el cerco internacional (ahora de media y hackers), y la larga mano ruso-bolchevique, la triaca curalotodo del franquismo. La conjura nos hace la vida imposible a los bondadosos, y resignados, habitantes de las Españas. No lo digo yo, lo dicen columnistas de este mismo periódico, lo proclaman ministros del Gobierno, lo transmiten los medios de comunicación públicos y privados, y proveen a los todólogos en sus tertulias.

Ante el alud atropellado de exabruptos sin fundamento prefiero aquello de puntos de vista alternativos, y no «hechos alternativos», la penúltima creación de la posverdad posmoderna como los citados más arriba.

Algunos iletrados se lanzan en tromba a opinar con el firme propósito, compartido por numerosos dirigentes públicos, políticos y no, por hacer verdadera aquella jocosa sentencia de convertir la ignorancia en argumento. La cacofonía alienta el vocerío por encima de los decibelios que definen la agresión a la salud, física y psíquica de los ciudadanos más vulnerable, que somos la mayoría.

El sexagésimo aniversario de las instituciones europeas, las que dieron paso a la actual Unión Europea, apenas merecieron una atención distraída, de baja intensidad suele decirse. Las mareas negras que se ciernen sobre Europa, aquí mismo, una atención secundaria, aunque imprescindible para seguir manteniendo los equilibrios que permiten fondos estructurales para mantener en pie el mismo Estado y pagar la desmesura de unos zombies de los que nadie parece conocer la localización.

El entierro del estado del bienestar parece afectar a los individuos incompetentes, a quienes se abruma con contratos basura, retribuciones peores, y llegado el caso extremo se les deja en la calle o se les cortan los suministros más elementales. Todos, eso sí, contribuyendo con el diezmo a Hacienda para sufragar las deudas de los ejes de prosperidad o las pérdidas mil millonarias de los años de esplendor sin hierba.

El nacionalismo, claro. Un veneno que lleva al pensamiento único, a la imposición de las pasiones, convicciones, ideas, sobre los demás. No, no me refiero al nacionalismo llamado periférico, que también. Me refiero a la verdad revelada del nacionalismo español, que cumple a la perfección las condiciones anteriores, además de adoctrinar a infantes y mayores. Tan adoctrinados, que sus usuarios y exhibidores ni lo perciben.

Alguno de los problemas de la UE, precisamente, arrancan de los nacionalismos de los Estados. Hungría, Polonia. El recuerdo no debiera ser tan alejado. El nacionalismo de los Estados, de los Gobiernos a su servicio y al servicio de los intereses de sus élites económicas y culturales, dejó un rastro de sesenta millones de muertos, y el holocausto de seis millones de europeos diferentes, judíos. Acercando el foco, desde las aventuras cubana y africana, concluidas en la carnicería de 1936 y siguientes, hasta septiembre de 1975, la piel de toro aporta su cuota a esta suma siniestra.

Un nacionalismo que se revuelve en sus fronteras, mientras las corporaciones anónimas se saltan reglas, leyes, y menguan los recursos de los mismos Estados.

Tener un buen enemigo, incapaz y a veces lunático es un alivio para gobernantes sin proyecto, podridos por la corrupción: dos millones de electores erráticos constituyen una minoría desdeñable. Claro que alguno de estos gobernantes se preguntaba cómo era posible que un indio mandara en Bolivia. En nuestro caso, se trata del célebre enemigo interior, más fácil de identificar y por supuesto domeñar. No sé qué pensará el insigne botarate de gobiernos locales o regionales, los de aquí. O sí.

Sembrar las columnas de negritas o el gallinero tertuliano de interjecciones parece ser la alternativa a «la compostura del razonar».

El secuestro de la verdad y el cerrojazo sobre los medios para conocerla es la primera medida. El recurso a la ley para solucionar un problema político invierte la cadena democrática cuyo primer eslabón es la soberanía parlamentaria, delegación ciudadana, y el último, la ley. La partida de la porra, decretada secreta, el encausamiento preventivo constituyen elementos de la más que opinable aplicación de las reglas democráticas. Se invoca al clásico francés sin leer su esprit ni pasarlo por los efectos de la Revolución francesa y el tamiz de los cheks and balances , clásicos en las discusiones de los padres fundadores de la república norteamericana.

La reforma de una Constitución, al decir de quienes saben irreformable, o en palabras de uno de sus «padres» que no es menester . ¿A qué se dedicarán Sus Señorías de la Comisión para la reforma territorial?. El partido del Gobierno ya ha dicho a sus socios y demás, que la Intocable es eso, intocable. ¿Evaluar y modernizar una Loapa?. Votamos la CE en su conjunto, la reforma puede abordar lo mismo, es nuestro derecho soberano. La intrusión profesional, ahora constitucionalista, acoge a quienes la objetaron, no votaron, y se erigen en sus cancerberos.

Una reorganización del Estado de las autonomías, un recorte generalizado y una recentralización que ya lleva recorridos algunos peldaños hacia retornar al punto de partida. En el extravío, la institución más próxima a los ciudadanos, el ayuntamiento, no solo vigilado sino además intervenido, en flagrante violación de la CE. Por cierto, la local única institución común a todo el territorio nacional, por si lo olvidan unos y otros.

Entre tanto la cortina de humo encubre el saqueo de las arcas públicas, el desvalijamiento de instituciones financieras. En el País Valenciano la cuadrilla deja en mantillas a los bandoleros del Barroco o los roders del XIX. El resultado: se aleja aún más una financiación pública acorde con los objetivos fijados en la misma Constitución y su hijuela el Estatuto de Autonomía. Se retrasa hasta el insulto la necesidad de infraestructuras, se rebajan las capacidades de las propias instituciones públicas valencianas para asegurar los pilares de un estado del bienestar que ya es el estado de malestar de la ciudadanía.

Por no referir los recortes de libertad, incluidos en colaboraciones anteriores. Así que ahora a esperar el 22 de diciembre, sorteo de Lotería incluido.

Annus horribilis, pués, al menos para los demócratas. Felicidades, y hasta 2018.

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