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Los años botánicos

"Hola, soy Edu"

Todo el mundo coincidirá conmigo en que no es lo mismo manifestar una opinión, practicar la libre expresión, inclusive ejercer de portavoz del Gobierno, a que te pillen hablando por el móvil

Todo el mundo coincidirá conmigo en que no es lo mismo manifestar una opinión, practicar la libre expresión, inclusive ejercer de portavoz del Gobierno, a que te pillen hablando por el móvil. Más o menos esto es lo que le ha sucedido al ex presidente Eduardo Manosligeras, que nos ha vuelto a sorprender con unos audios en flagrante cháchara. Si hace años la conversación la mantenía con un concejal raso de la ciudad de Valencia, ahora las confidencias las comparte con el ex presidente y presidiario a ratos Ignacio González. En esta singular conjura de los negocios, comenzaron a platicar a mandíbula batiente nuestro Zaplana y el susodicho Glez de los Madriles, dos hombres y un desatino, y los pillaron. Por estos y otros registros, al valenciano de adopción -porque, aunque nació en Cartagena, se nacionalizó benidormí- se podrá comprobar fácilmente hasta qué extremo ha dominado y domina el don de la palabrería.

A mí siempre me recordó a uno de aquellos legendarios vendedores de mercadillo de verbo fácil. Charlatanes que lo mismo te venden a la suegra que te endosan un colchón viscoelástico y una cubertería de alpaca si les compras un tresillo de tres plazas a plazos. Miembros de esta misma liga de hombres locuaces son los feriantes de las tómbolas, los pastores evangélicos o Pepe Domingo Castaño. El joven abogado Zaplana, con semejante escuela de parlanchines, ambulantes o estáticos, pronto comenzó a escribir los primeros capítulos de sus crónicas murcianas. Empezó medrando en las juventudes de la Ucedé de Alicante y, con la lección aprendida y ya entre los populares, se propuso coronar todas las cimas del éxito. Este escalador nato parecía no conocer al mal de altura, aunque para arribar a la cumbre siempre tuvo que servirse de un sherpa. Primero, para alcanzar el primer ocho mil, la alcaldía de Benidorm, se valió de la trásfuga socialista Maruja Sánchez; más tarde, para poner la banderín en el pico de la Generalitat, se sirvió de Lizondo, el líder blavero con quien se jugó un pollo a ver quién llegaba más arriba. Después, cuando la cota máxima era el Ministerio de Trabajo y Asuntillos Sociales Gobierno de España, el que le ayudó a subir fue el mismísimo Aznar, el estadista contra el que se dejaba ganar al pádel en las Playetas de Bellver. No obstante, la más complicada de las montañas mágicas, la Telefónica, todavía se le había de resistir. La compañía que dirigió Juan Villalonga, compañero de pupitre de Josemari en El Pilar y otro de los habituales de los veranos en Oropesa-sur-Mer, era el techo de su mundo, allí únicamente acababan los mejores. Tras los atentados del 11M y la pérdida del poder terrenal, aquel brazo derecho de la derecha, investido ya como portavoz del Grupo Parlamentario Popular en la oposición, decidió abandonar la vida pública para abrazar la vida privatizada y créanme si les digo que contaba con un buen móvil para cometer ese crimen: 500.000 euros anuales. La guinda del pasteleo.

Todo el palmarés de los grandes hitos de don Eduardo corrió en paralelo a la carrera discográfica de Julio Iglesias (Hey!): ganador del Festival de la Canción de su pueblo de adopción ("La vida sigue igual"), embajador de la Comunitat Valenciana ("De niña a mujer") y un par de grammys latinos ("Soy un truhán, soy un señor"). A ambos les unía un contrato opaco, el bronceado africano y el madridismo merengón, que los convertía en la práctica en dos negros con el alma blanca (...y lo sabes). Pero estos hits -en el caso de nuestro protagonista de hoy- muy bien hubieran podido irse al garete por unas grabaciones de un disco, no de un disco de oro como los de Julio, sino de un disco duro, como los de Génova. Fue por unas conversaciones telefónicas, las que el juez del Caso Naseiro archivó. En ellas se le escuchaba confesarle a su interlocutor del otro lado del aparato: "me tengo que hacer rico... tengo que ganar mucho dinero, me falta mucho dinero para vivir. Ahora me tengo que comprar un coche. ¿Te gusta el Vectra 16 válvulas?". Han pasado muchos años de aquellos balbuceos auriculares y aquel chico del cable ha vuelto a largar. Ahora, otro magistrado le ha oído pronunciar nuevas palabras y palabrotas: "Rajoy es un tío con complejos y un hijo de p(...). Rita era un bluf absoluto... tenía cinco personas a su alrededor para que le hiciesen las cosas. Ella iba, se reía, se tomaba un whisky con alguno, que eso lo hacía como Dios". Por esta y otras lindezas inalámbricas la benemérita UCO lo quiere meter en la última guerra púnica que, también es mala suerte, es la única que perdieron los cartageneros. Y es que a Zaplana lo pinchas un poco...

PS: Cuando dejó la política para hacerse cargo de la división europea de la Telefónica algún desinformado se atrevió a afirmar que el ex alcalde, ex honorable, ex ministro y ex portavoz no acreditaba ninguna experiencia en el sector de la telecomunicaciones. No sabía, claro está, lo que hablaba este hombre móvil o fijo. Eso y que debió perderse el anuncio premonitorio que lanzó la compañía unos años antes de realizar su fichaje estrella. Recuerdo el spot en que aparecía un niño recostado en un sofá con un celular en una mano y, en la otra, un tomo de la guía provincial de Madrid. La idea de los publicistas era simple y directa: informar a la clientela del bajo coste de las llamadas interurbanas. Para ello no se les ocurrió nada más efectivo que mostrar a un chavalín repeinado marcando números compulsivamente mientras pronunciaba una frase que al fin resultó profética: "Hola, soy Edu. Hola, soy Edu. Hola, soy Edu..." (Tu-tu-tuuuuuu)

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