El título de este artículo es un pequeño homenaje a la excelente novela Bajo la mirada de Occidente, escrita por el autor anglo-polaco Joseph Conrad en 1911, en la que abordaba la cuestión rusa. Las intervenciones cibernéticas del Kremlin en la política europea actual son indiscutibles, pero creo que los rusos están poniendo el dedo en la llaga de la UE, porque esta llaga existe, si no el dedo no tendría donde ponerse.

Yendo por partes. Ya Alexis de Tocqueville, en su lúcida obra escrita en 1856 El Antiguo Régimen y la Revolución Francesa, señaló que la Revolución de 1789 en muchos aspectos había desarrollado tendencias del Antiguo Régimen El de las monarquías de los Luises XIV, XV y XVI. Creo que esta idea es perfectamente aplicable al Imperio Ruso, se haya llamado ruso o soviético,

El nacionalismo eslavista y el imperialismo son corrientes que atraviesan el gigante euroasiático desde la época de los zares, pasando por la etapa comunista y terminando hoy con Vladimir Putin, que en su nuevo relato ha extraído agua de los dos regímenes anteriores. Teniente coronel del KGB en el período comunista, Putin es un hombre formado en la Guerra Fría y conoce perfectamente las líneas rojas que separan la fría de la caliente. Un ataque militar a los países bálticos sería el holocausto nuclear. Al contrario, la ciberguerra a Occidente -como algunos la llaman- se sitúa al otro lado de la línea.

A estas alturas parecen incuestionables las interferencias rusas en el brexit, en las elecciones alemanas apoyando a la AfD, Alternativa para Alemania en castellano, partido populista de derechas, o al Frente Nacional en Francia, partido del mismo signo ideológico. En todas esas elecciones el objetivo ruso era el mismo: ayudar a opciones anti-europeístas, y así debilitar la Unión Europea, pilar junto a EE UU, de su gran rival de este momento, las democracias occidentales. El éxito de estas acciones rusas es más que dudoso hasta hoy, pues el brexit tiene como principal responsable la estupidez de David Cameron -los referendos los carga el diablo- y en Alemania y Francia han triunfado claramente opciones políticas europeístas.

Finalizaré esta parte de mi comentario con los problemas caseros, donde también está bastante claro el largo brazo del Kremlin en la gran crisis política española: la rebelión catalana. La comparecencia de Mira Milosecvich, experta del prestigioso Instituto Elcano, en la Comisión Mixta de Seguridad Nacional del Congreso el pasado 23 de noviembre aportó abundantes datos que la confirman. Quedaron todos los grupos parlamentarios del Congreso convencidos, menos Podemos, que al parecer más que a la izquierda de los partidos constitucionalistas, está más al este.

Sin embargo, vamos a la llaga. Rusos aparte, la UE sufre una grave crisis de confianza de sus ciudadanos. Las causas son varias y a continuación expondré algunas, sin ánimo de ser exhaustivo. Una de ellas es que los ciudadanos europeos tienen la sensación de que oscuros burócratas en Bruselas, a los que nadie ha elegido, dictan directivas vinculantes para toda la UE que afectan a sus vidas cotidianas. El Parlamento Europeo, único organismo comunitario que eligen los europeos, tiene escasas competencias reales.

Los alemanes, y sus vecinos ricos del norte de Europa, han impuesto en la UE durante la crisis económica -2007-2017- políticas de austeridad que han acentuado la gravedad y duración de la misma. Alemania además ha mantenido una política de bajos salarios que no sólo ha perjudicado a una buena parte de sus ciudadanos, sino que ha provocado que su demanda interna sea baja y que el coloso teutón no sea el motor económico de Europa, como lo fue en otras épocas

Otro factor de esta profunda herida comunitaria es lo que podemos llamar buenismo: aceptar con pocos controles la llegada constante de inmigrantes ilegales de Asia y sobre todo de África. En una zona con una alta tasa de paro -cerca del 20 % en España- se ve con hostilidad por los trabajadores de rentas más bajas y los desempleados la llegada de fuera de personas que rebajarán aún más sus salarios y competirán con ellos en las distintas formas de ayudas sociales. Particular rechazo provoca la llegada de extranjeros de religión islámica, en los que se ve la placenta de la que salen los autores de los terribles atentados que en estos años han sufrido distintas ciudades europeas. La escasamente meditada decisión de Angela Merkel de aceptar a un millón de refugiados sirios le ha supuesto un alto coste electoral en las recientes elecciones.

Acabaré con una de las llagas españolas. Es una realidad incuestionable que hay dos millones de catalanes que votan opciones independentistas. Que los partidos independentistas hayan mentido, y no poco, a los catalanes, no es óbice para que el Gobierno de Mariano Rajoy deba ser consciente de que muchas cosas ha hecho mal en Catalunya para que hayamos llegado adonde estamos ahora.