Lo realmente importante en un futuro inmediato -que se conjunga casi en presente- no es el conflicto catalán, ni la Gürtel, ni los cientos de luchas legítimas por los derechos de los diferentes grupos humanos. Lo realmente importante, a pesar de que los políticos y gran parte de los medios de comunicación se empeñen en ocultar su verdadero calado, es el cambio climático y la imposibilidad de mantener nuestro actual modelo de sociedad con energías renovables, ahora que ya ha comenzado el declive del petróleo de fácil extracción y buena calidad y precio.

Sobre este futuro inmediato versó un interesante debate que tuve el placer de moderar en Las Naves, organizado por Connecta Energía y Deseeea, en el contexto de las jornadas del Conama Local. No se trataba de activistas climáticos o ecologistas ya decantados, sino de un científico del CSIC, Antonio G. Olivares, y un reconocido especialista en energías renovables, el ingeniero Pedro Prieto. Bien, pues tras las presentaciones de ambos expertos, queda claro que las renovables no van a poder sustituir ni mucho menos la energía que nos ofrecen ahora los combustible fósiles. A lo más, y según qué sectores económicos, podrán cubrir el 40 % de la demanda total actual. A esto hay que sumar el declive de la producción de grano -principal alimento de la población mundial- por causa del calentamiento global, y la progresiva escasez de los minerales necesarios para una sociedad de alta tecnología, incluidos los captadores de energía renovable.

A pesar de todo ello, ambos coincidían en que el principal problema no era el tecnológico, sino la estructura de una sociedad basada en el consumo creciente, con unos políticos que no asumen la gravedad de los retos ecosociales -por el temor de perder votos- y un sector empresarial que asumirá solo las mejoras ambientales que no le impidan mantener su competitividad. Digámoslo sin ambages: el capitalismo es incompatible con el reequilibrio ecológico que necesitamos para una vida buena generalizable. Solo una economía estacionaria, sin crecimiento, suficiente y equitativa, con la sostenibilidad como principal objetivo civilizatorio, puede salvarnos de un desastre seguro. Recordemos que el peak oil, el momento de máxima capacidad de extracción de petróleo, ya se produjo en la década pasada, ahora hemos iniciado el descenso por una pendiente que necesariamente nos lleva a otro modelo de sociedad, más austera y necesariamente basada en energías renovables. Frente al colapso anunciado, solo cabe esforzarnos por una transición controlada. Relegar este urgente reto por el temor a hacerle frente no es una opción ética. Tanto la sociedad civil, como las instituciones políticas y el mundo empresarial deben asumir esta urgente tarea como nuestro principal objetivo civilizatorio.