Aun a riesgo de parecerse a la interminable saga, la Guerra de la Galaxias, van a permitirme mi recorrido por el planeta analizando la aridez. Destaca Centroamérica y el Caribe por su humedad, a pesar de su ubicación tropical: islas y un istmo montañoso con vientos oceánicos favorecen las precipitaciones. En Sudamérica, el hiperárido se localiza en la costa occidental austral, desde los 30º S y hasta el ecuador, donde se deja ver en las islas Galápagos. Esta estrecha franja reúne muchas condiciones para dar un clima árido: los vientos alisios desecados por la extensión continental y por los Andes y la corriente de fría de Humboldt, que inhibe el ascenso de las masas de aire. Los anticiclones subtropicales amplían el desierto costero al interior en el sur de Bolivia, oeste de Paraguay y norte de Argentina, entre los 20-30ºS. Y como por arte de magia, en esa misma fachada occidental, pasamos del hiperárido al perhúmedo. El mago, los vientos. Los alisios son sustituidos por los vientos del oeste, y ahora esa fachada occidental recibe las masas húmedas del Pacífico: del desierto al clima oceánico con un tránsito mediterráneo. A la inversa, en la fachada oriental: en el trópico, lluvias traídas por los alisios desde el Atlántico y que llegan hasta Bahía Blanca, el límite norte de la Patagonia, invadiendo las tierras del Trópico de Capricornio. Al sur, la aridez porque los vientos del oeste llegan agotados por los Andes y las costas son bañadas por la corriente fría de las Fackland. En la Amazonia, la mayor extensión del perhúmedo, creada por la convergencia intertropical y regenerada hacia el interior por la humedad emitida por la gran selva: la vegetación determina el clima. La Guajira y el Sertao constituyen el contrapunto árido, al norte y sur respectivamente.