Si alguien sabe perfectamente lo que supone trasladar a Jerusalén la embajada norteamericana es el presidente de Estados Unidos. No cabe duda de que, desde el punto de vista administrativo, con la presencia de los dos potentes consulados (en Jerusalén Este y Oeste), los americanos se encuentran bien servidos. Por lo tanto, no es este el problema. ¿Qué pretende Donald Trump? ¿Cumplir una promesa electoral que le resulta relativamente fácil, mientras deja en el baúl de los recuerdos otras propuestas más relevantes para su país? La Administración norteamericana afronta algunos problemas internos, incluso de legitimidad, muy serios en comisiones de la Cámara de Representantes y del Senado, por cuestiones de espionaje y otras hierbas amargas. Por otro lado, la relación con el Kremlin no es tan dulce como se esperaba, ni tampoco se tiene claro cómo frenar a Corea del Norte sin provocar un conflicto nuclear. Todo esto es una coctelera que pide a gritos una buena cortina de humo.

Tampoco podemos olvidar que los analistas de la Casa Blanca conocen al dedillo la débil posición política del presidente palestino, Mahmud Abás, que no termina de cerrar el círculo de la reconciliación interna. El proceso de conversaciones con Hamás, auspiciado por Egipto, tiene muchas dificultades, sobre todo si se interpreta en clave electoral. Abás necesita legitimar una breve continuidad en el cargo, para garantizarse su capacidad de elegir un posible sucesor entre sus huestes. Además, justamente anda desesperado buscando un delfín. Unas elecciones presidenciales y unas legislativas llaman a la puerta de su despacho desde hace unos años. Esta debilidad política es bien conocida por los hombres de Trump. Por eso le pillan con el paso cambiado. Este es el momento político para esa maniobra.

Las consecuencias de esta mudanza son múltiples y complejas. Las cancillerías de los países árabes, de manera muy diversa, están reaccionando. Al pairo de sus poblaciones y de sus palestinos, unos con la boca pequeña y otros un poco más alto, protestarán; y, sin duda, alguna manifestación delante de sus embajadas es posible que tenga lugar. En Europa, convocadas por las fuerzas de izquierda, también tendrán lugar protestas en algunas ciudades? Sin embargo, la peor parte se la llevarán los territorios palestinos y la misma Jerusalén.

Probablemente estaremos ante un nuevo levantamiento. Y ojalá me equivoque. Si esto sucede, veremos, una vez más, víctimas por ambas partes. Más numerosas en el lado palestino. Sin olvidar que esto alimenta a los radicales. A los que no necesitan razones para asesinar, pero que esperan cualquier pretexto para subirse a una furgoneta o a un camión y llevarse por delante a pacíficos ciudadanos.

Una medida absolutamente innecesaria que en el tablero de Oriente Próximo supone un paso cualitativo muy decisivo. Las conversaciones de paz con los israelíes, desde este momento, tienen un obstáculo añadido. Y al problema interno palestino se le añade un elemento desestabilizador, que no contribuirá a continuar el proceso de convergencia entre Hamás y la OLP. Malos augurios para todos los afectados, menos para Trump. Una más, aunque esperada, de este nefasto personaje.