En tiempos de agitación, conmemora para que no te discutan. Ha ocurrido, de nuevo, con el 39º aniversario de la constitución española. Se trata de convertirla en intocable por los inmovilistas de siempre, por aquellos que hace cuatro décadas, no creían mucho o nada en sus valores pero ahora se proclaman constitucionalistas de pro para que todo siga igual. La Constitución ha repercutido en bandería, lo peor que le podía pasar, cuando no en tabla sagrada, biblia o recurso para permanecer impasible el ademán. Hace los mismos años que cumplió la carta magna esta semana, estaba yo sentado en la cocina de un piso compartido al final de la calle Travesera de Gracia, en Barcelona. Sobre la encimera de mármol, un ejemplar de la constitución de los millones que editó el gobierno de entonces en español, gallego, catalán y euskera. Faltaban pocos días para el referendo del 6 de diciembre y ya había tomado mi decisión para la primera vez que podía votar en mi vida: abstención. No compartía, ni comparto, muchos de los títulos y artículos de la ley de leyes, sobre todo en lo que se refiere a la forma de Estado, en realidad, a la existencia del Estado mismo como manera de organizarse las personas. No compartía, ni comparto, que la constitución española consolide el sistema económico capitalista como único posible. Si hoy hubiera que votar el mismo texto, volvería a abstenerme, a pesar de las presiones de un lado y de otro, a pesar de las apelaciones al estado de necesidad, a pesar de la prosperidad y desarrollo que han traído, junto con algunas desgracias importantes, los últimos cuarenta años. Precisamente por eso, creo que la reforma profunda de la constitución española es urgente, para avanzar en derechos, para reflejar mejor la realidad del país, para consolidar más igualdad y justicia y libertades, aunque solo sea sobre el papel. Puede que entonces votaría a favor. Por lo demás, me he aburrido mucho esta semana con las celebraciones, me he enfadado bastante con los pelotas que elogian a Manuel Marín una vez muerto ("en España se entierra muy bien" Rubalcaba dixit) casi los mismos que le pusieron a caldo en su época de presidente del congreso de los diputados. Sin embargo, en medio de todo ese ambiente falsario y cínico, hay que reconocer que estamos mejor que cuando yo leía sobre la encimera de mármol, gracias a personas generosas, a pesar de los papeles y de las leyes.