Los de Podemos han recordado por boca de Pablo Iglesias que sostienen un proyecto para España. Para España, oyen bien, no sólo para Cataluña, el Bierzo o Cabezón de la Sal. Si quisieran ser nacionalistas catalanes, tienen a su disposición un verdadero repertorio de ventanillas donde entregar la solicitud, pero el caso es que no lo han hecho, de modo que desde Ciudadanos y el PP les acusan de colusión con los independentistas y los independentistas de legitimar las medidas del Gobierno. Y el Gobierno de trabajar para Maduro y sus mariachis bolivarianos, los ayatolás (en su versión digital) y el espionaje de Putin. Si les disparan desde todas las trincheras, es que llevan algo bueno. No desmayéis.
En realidad, no son las palabras largas y calientes de un mitin, al estilo de Pablo Iglesias, lo que preocupa al estado mayor independentista, sino cierta elaboración teórica, expresada en términos mucho más sosegados por Juan Carlos Monedero, pongo por caso: España, viene a decir, es plurinacional pero esa plurinacionalidad también es española. Cataluña no es una nación ajena a España sino que construye España (sí, fáctica y sentimentalmente). Suscribo estas palabras y más aún las siguientes: combatir la idea de una España castellana y excluyente, una infección franquista que sufrieron cuatro generaciones.
Hay una izquierda, lo sé muy bien porque estuve ahí, que justifica y avala, ilimitadamente, las decisiones del independentismo, no sé si porque «abren dinámicas de desbordamiento» o por esa simpatía que despierta el suplente frente al titular, el caso es que tanto el PSC y no digamos el PSUC (que en paz descanse) saben muy bien que el beso al nacionalismo comporta absorción de substancia, pérdida de masa muscular y, finalmente disolución. Es imposible pelear con un nacionalista en su terreno y con sus armas: vas a perder pues no aspira a ganar o a tener razón, sino a reconfigurar tu mente. Puigdemont no ha conseguido atrapar a ERC bajo la tutela de una candidatura común, pero ya les acusan de perjudicar el procés, era muy previsible. Aunque el procés nada sea.
