Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Impunidad e hipocresía

Si algo demuestra definitivamente la gran hipocresía en que se fundamenta el actual orden internacional es la absoluta impunidad con la que Israel incumple una y otra vez las claras resoluciones de la ONU

Si algo demuestra definitivamente la gran hipocresía en que se fundamenta el actual orden internacional es la absoluta impunidad con la que Israel incumple una y otra vez las claras resoluciones de la ONU.

Actuación totalmente al margen de la legalidad internacional que no sólo nadie castiga, sino que incluso se ve premiada por Washington como ha ocurrido con la decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén, sin excluir siquiera a su ocupada parte oriental, como capital "eterna" del Estado judío.

Con su desafiante gesto, Estados Unidos se quita por fin la careta y demuestra así lo que todos sabíamos y muchos se empeñaban una y otra vez en ocultar: que la superpotencia no ha sido nunca un árbitro neutral en el mal llamado "proceso de paz".

En los próximos días leeremos cómo los países europeos e incluso algunas monarquías árabes aliadas de Occidente reprueban la decisión de Washington mientras no hacen nada que demuestre que su condena de la complicidad entre EEUU e Israel no es sólo de boquilla.

Porque si los sucesivos Gobiernos israelíes han podido desafiar una y otra vez a la llamada "comunidad internacional" con una política que tiene mucho más de "colonial" que de democrática es porque saben que nadie, y mucho menos la superpotencia, va a pasarle factura.

¿Dónde están esas sanciones internacionales con las que se amenaza a cualquier país al mínimo incumplimiento no ya sólo de las resoluciones de la ONU, sino incluso de lo que puedan decidir unos Estados Unidos que se arrogan el papel de justiciero internacional?

¿Se va a suspender la ayuda militar al Estado judío? ¿Se van a revisar los acuerdos comerciales que tiene con la Unión Europea? ¿Va a llevarse el caso a la Corte Penal Internacional? ¿O adoptarse medida alguna que le suponga a Israel el mínimo quebranto y le haga comprender que no puede seguir indefinidamente por esa vía?

Israel es, ya lo sabemos, la gran cabeza de puente que tiene Estados Unidos en el convulso Medio Oriente y esa función, que cumple a la perfección, es la patente de corso que le permite actuar como le viene en gana contra la población palestina.

Escuché el otro día a un destacado miembro del Parlamento palestino afirmar que seguirían oponiéndose a Israel como lo hizo en su día Gandhi frente a la opresión colonial británica o como se opuso Mandela al apartheid, y no pude menos de sonreír ante tamaña ingenuidad.

Está, por supuesto, lo que en inglés llaman "the Arab street" (la calle árabe", es decir, lo que opinan y sienten sus poblaciones, que en algún momento puede alcanzar un punto de ebullición. Pero no hay que olvidar la corrupción de sus gobiernos, tributarios muchos de ellos también de Washington, que tratarán de contener la inevitable indignación por lo ocurrido.

El mayor peligro, por supuesto, es el terrorismo, esa arma ciega de los fanáticos e impotentes, de quienes no ven otra salida que la violencia aunque ésta se lleve por delante sólo a inocentes. Eso que Trump no deja de denunciar en sus estúpidos tuits mientras con sus acciones no hace más que alimentarlo.

Compartir el artículo

stats