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Desaladora oxidada

Al despertar Carles Puigdemont, ya no ha había Tercios, pero Flandes seguía ahí. Si ustedes no han coqueteado nunca con el nacionalismo (o lo han hecho, pero no lo saben), quizás ignoren su extrema habilidad para convertir cualquier cosa -un libro, unas clases de dulzaina o una excursión al Garbí- en aliento de la patria viva. Propaganda, claro. Como todo el procés. Luego cuando las patrias cuajan y tienen bandera, himno y todo eso, se convierten en tal coñazo que a cualquiera con sentido le entran ganas de trabajar para el enemigo ¿Cuál? No importa, uno. Lo cierto es que Flandes o cualquier entidad con solera democrática, difícilmente aceptará que se puede cometer rebelión o sedición sin armas. No hace falta ningún tratado político, viene en los tebeos.

Quizás sea verdad lo que dice el politólogo (un politólogo sólo es, si es algo, un periodista listo) Fernández Albertos. A saber: que no nos hemos pegado por lo de Cataluña porque, pese a la crisis, tenemos cosas que nos duele perder y eso estimula mucho el buen juicio. Pues sí, ahora sólo falta que el Estado -el único que tenemos- reconozca que si dos millones de catalanes se convirtieron en ilegales no fue porque se acostaran buenos ciudadanos y se levantaran horrendos delincuentes (eso sí sería una metamorfosis), sino porque no tenían cauce para expresarse. Ese cauce, cuando cumple su papel, dice que Cataluña está dividida en dos mitades por el sentimiento de pertenencia, pero que se pueden crear suturas entre esos dos hemisferios, por ejemplo, con la política social.

En cuanto el Estado español se encastilló en sus negativas, bajo su neocórtex democrático asomaron banderas victoriosas y águilas imperiales, extrañas parafernalias y correajes, algo incompatible con la democracia cuya máxima expresión es el tanga: convierte todos y cada uno de los culos en exhibibles. Por eso no estaría mal que, tras las elecciones que cambiarán muy poco (otra vez las dos mitades), nos planteáramos, sin prisas, una consulta, mejor si es no vinculante pues dejaría más margen para el trato y la cesión.

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