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La desunión europea frente a Israel

Eufórico por el espaldarazo del presidente `Donald Trump a la capitalidad de Jerusalén, el israelí Benjamin Netanyahu se ha permitido acusar a la Unión Europea de "hipocresía" por no condenar inmediatamente los misiles lanzados contra su país desde la franja de Gaza.

No es la primera vez que el primer ministro israelí, acusado por la justicia de su país de fraude y corrupción financiera, critica a los europeos. Ya lo hizo el pasado julio en una reunión a puerta cerrada con los primeros ministros de varios países de la Europa del Este en Budapest.

Entonces, en una conversación captada por los micrófonos, Netanyahu dijo que Europa ponía en peligro sus lazos con el Estado judío en "su intento loco de crear condiciones (para el proceso de paz entre israelíes y palestinos".

Pero si algo hay que reprochar a los gobiernos europeos es el que carezcan de una postura de firmeza frente a la reiterada violación por Israel de las resoluciones de la ONU e insistir, como hace EEUU, en que son israelíes y palestinos quienes han de ponerse de acuerdo. ¡Como si fueran iguales sus fuerzas!

Y esa falta de acuerdo tiene mucho que ver por desgracia con las posturas divergentes sobre todo de algunos países ex comunistas, hoy poco entusiastas de la UE salvo cuando se trata de recibir de Bruselas ayuda económica.

Así, los europeos no han sido capaces de elaborar una declaración común crítica con la decisión del presidente Trump de reconocer a Jerusalén como capital del Estado judío sin excluir expresamente su parte oriental, ilegalmente ocupada desde la guerra de 1967.

Hungría se opuso a ello, lo cual obligó a la jefa de la diplomacia europea, la italiana Federica Mogherini, a hacer públicas sus críticas a título personal. E incluso, según cuentan algunos medios, hubo que frenar al Gobierno checo, que pretendía adherirse a la decisión de Trump sobre Jerusalén.

Por no hablar de la invitación que consiguió Netanyahu del Gobierno lituano para asistir, tras lo ocurrido, a una reunión de los veintiocho ministros de Asuntos Exteriores en Bruselas y que pilló totalmente de sorpresa a Mogherini.

Si antes tenía la UE siempre un problema con el Reino Unido para acordar posiciones comunes, ahora que Londres está ya de salida, parece que están dispuestos a tomar el relevo los países de la Europa del Este, algunos, por cierto, no precisamente un dechado de respeto de las libertades civiles.

Todo ello, unido a la lógica mala conciencia alemana por el holocausto del pueblo judío durante el Tercer Reich, que obliga a los políticos de este país, cualquiera que sea el partido, a matizar sus críticas a Israel, no puede sino envalentonar a Netanyahu y quienes le apoyan.

Llegará un momento en que la solución de los dos Estados será ya materialmente imposible, y ¿qué ocurrirá entonces? ¿Se convertirá el gran Israel en una nueva Suráfrica? ¿Admitirá la comunidad internacional la vergüenza de un nuevo apartheid?

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